jueves, 13 de diciembre de 2012

Marqués de Sade

Marqués de Sade.


De negro, y con sus lentes sofisticados; el look demacrado de psiquiatra exitoso había tomado ya otra figura. Era culpa de ella sí, de ella. Desde que entró a mi despacho los gestos en ese cabello dorado, tan; tan bien que enmarcan esa boca que me tiene vomitando cada que salgo por mi auto, por la parte trasera de mi consultorio, después de verla. Pensaba al encender su cigarrillo. Recordaba el incidente de los pasados segundos: había sido expulsado de su consultorio por tener los del consejo de psiquiatría imágenes en pleno coito con su paciente adolescente ninfómana.  Que idiota desde cuando el sexo entre paciente y psiquiatra es admitido.

Perturbado por sus tics nerviosos, creía nublado los parabrisas de su automóvil mientras el tenor agrupaba su intensidad dentro del elegante transporte. Sin verla, el sólo hecho de imaginar no tocarla por más de veinticuatro horas y saber que mucho menos ella, sabría como establecer un orden a ese presente controlando esos apetitos descontrolados; tan de ella. Mariana, joven y tan maléficamente ninfómana. Las posiciones sexuales; sobre todo su perversión en todas sus ideas; tan naturalmente heredadas para ella, la depravación parecía existir para glorificar su esencia.

Donde podrá él retomar y dar un mandato a toda esa tormenta. Al mirar sin atención las gotas de lluvia caer engrandeciéndose en el vidrio frontal de su auto recordaba. Qué es lo que mira usted doctor; lo puedo llamar doctor aunque todavía no me revise (sonrisa perversa),  doc no se escucha tan imponente como psiquiatra; mire la verdad yo vine aquí por voluntad, pues me habían exigido que pidiera ayuda y como lo vi vestido de negro con esas gafitas lindas, me decidí por usted. Además, mire que bonita tiene su oficina; le faltan buenos libros, estos parecen puras enciclopedias y a quién le importa tanto libro fino. Debería de leer al Marqués de Sade. Lo conoce usted doctor; a sus libros digo, no vaya a pensar que le estoy diciendo viejo no. De mis partes favoritas en su libro es cuando orina a sus amantes. No ha leído esas partes doctor. Mariana, sería mejor para usted si mejor deja de ser mi paciente ya hablé con un colega y está dispuesta a trabajar con usted, es de las mejores del país estará en buenas manos. Doctora, que por igual terminó seduciendo.

 Como él sabía tan bien, como para la vida de sus pacientes por vivir situaciones de tal extremo, había conscientemente decidido salvajemente seguirle el juego; mal no la pasaban y en el fondo creía la posibilidad de enamorarla, como haría él para vivir sin esas piernas y su ilimitado apetito sexual. Como explicaría todo eso a la prensa, o a sus hijos que le doblaban le doblaban la edad a Mariana, su esposa, tan elegante y ambiciosa siempre por unificar a la familia. Y esas fotos ya conocidas; por donde diablos retomaría todo el lio, como justificaría lo acontecido si ni capaz era de dejarla de ver por un día.  

Ella, entre tanta lluvia y delante siempre ante él en los lugares cada vez menos prudentes, le hacía volver a sus perturbaciones en calor, en abandono. Whisky por favor. Qué haces siguiéndome. No te parece divertido lo que pasa, no divertido no, estoy con toda mi vida destruida y para colmo, no puedo dejar de desearte. No te preocupes a los hombres el gusto siempre se les pasa. Cuando les dicen a una mujer me gustas muchos es porque la ven como si esta fuese una simple dona con buen sabor, las mujeres suelen ser más vinculadas en su sentido de gustar. Cómo me puedes decir eso. No te hagas el idiota. Si tú has hecho lo que te viene en gana conmigo, he hecho de todo por vivir tu juego. No, mío no de ambos, aunque gobierne yo según tu idiotez. Qué te hiciste en tu cabello. Me lo pinté negro, no te gusta. Me haré de todo en mi cabello, en honor a la variedad que he conocido hasta ahora. No será que crees estar enamorado de mí, gafas serias. Si se te está cruzando eso en la cabeza, créeme, es por simple aburrimiento porque al conocer tu lado depravado me doy cuenta que estás de lo más muerto. Porque yo he visto las fotos de tu consultorio, bueno el que era tu consultorio y a pesar de tus lujos y tu aparente vida perfecta, lujosa y bonita, te veo agotado, cansado y con ganas de no seguir viviendo con todas esas condiciones tan armónicas.

Tomaba de la botella de cerveza. Por ahora, tengo dieciséis años pero desde hace tres, que no puedo dejar de tener sexo con quien me apetece y no me arrepiento, me encanta a decir verdad, ni me asusta, ni nada de esas cosas, a mí esta normalidad me permite conocer los diablos que poseen las personas y eso me protege más pues de quiénes uno debe sólo desconfiar es de los humanos, somos miserables, a la misma densidad que mi ninfomanía. Tú y yo en eso nos parecemos: podemos llegar a conocer a las personas muy a fondo prontico. Tú ahora me dirás que no puedes vivir sin mí y todo lo que siempre los hombres de cincuenta les dicen a las jóvenes cuando se encaman, pero no lo creo, porque lo que sé sobre ti nadie lo podrá ni ver, y mucho menos, no podrás admitir de lo que eres capaz de hacer, ni lo depravado que puedes llegar a ser, soy un ángel a tu lado, ambos lo sabemos. Nadie sabrá qué es lo que verdaderamente mueve tu pasión por mantenerte oculto. Por eso te sientes según tú, devastado. O ¿no? Yo quiero ayudarte.

 Adquirió una agenda empaquetada fuertemente con cinta adhesiva. Qué es todo esto. Es una lista de los clientes que has tenido y que yo antes que tú los conocí primero y que por mí han llegado hasta ti. Muchos de ellos en ves de mejorar su vida la empeoraron porque tus razonamientos los hicieron ser adictos a algo. Deberías ir a buscarlos para que sepas lo buen doctor que has sido. ¿No te interesa? Qué estás diciendo. Eso, yo te he dado mucho trabajo, pacientes y he logrado hacerte sentir que eres indispensable. Dime sino; si esto no es genial. Del lado del nombre de las personas había una lista de personas con particulares descripciones y catalogadas no por apellidos, edad o enfermedad, sino por tipo de experiencia: dañina, en extremo perjudicial, o enmendable. ¿Desde cuándo planeaste esto? Si ni siquiera logran reconocerme.

Tu esposa me dejó en un congal para putas cuando tenía yo seis diciendo que había encontrado al hombre perfecto, o sea tú gafitas. Eres mi padrastro. Es o no increíble. Desde que les reconocí en un parque público. Te observé y me recordaste a esas palomas lastimadas que necesitan de especial cuidado y atención. Pregunté un poco por tu vida y como a las niñas como yo nada niegan pues conseguí todo sobre ti y he tenido tiempo de conocer y experimentar tanto  gente, como intereses. Qué ganas con todo esto. Comprobarte que no han hecho lo que han creído, que no son mejor que mi ninfomanía, es mas, es más digna ésta que ustedes. No les tengo sentimientos negativos, por el contrario, siento compasión; deben considerar como han siempre presumido en la sociedad de todo, tan absurdamente. No sabes aún quien soy yo después de todo lo que te he dicho. No te doy ningún tipo de recuerdo. La verdad que me sorprendes, como no lograste reconocer nada de mí, si me acompañaron ustedes ambos, juntos y perfumados cuando me dejaron en esa casa de citas. Frío, se levantó, salió del bar apresurado casi orinándose de nervios. Al llegar a su consultorio, rompió la puerta y desde la ventana logró observar a la abogada contestando su celular.










3 comentarios:

  1. Un cuento muy peculiar y con final sorprendente, que utilizas para lucirte escribiendo, retratando personajes o ciertos estereotipos sociales, pero siempre con arte. Gracias, Diana.

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  2. ^.^. Es continuidad de otro relato de por acá.

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