Carta al Quebranto.
A
Dada.
Lacitud,
Menciono detenidamente tu nombre, o a la inmensa fila de rompecabezas con
piezas
de tu centro.
Hilera con brisa,
elegante escritura.
Ternura abierta
como pozo
sin rio logro llamarte en mi nombre;
detuviste al mundo para alertarme de
lo culpable que él es, por nunca poder él enmendarse por amores, por errores.
Haz
dejado en mí el brote; el cobijo del
pobre.
La celebración del miserable al
escuchar de su nuevo milenio el agradecimiento de un viejo cuerpo
a tu pies cae la humildad entera
por tu rostro
te menciono serenamente invaluable.
Nunca ningún consuelo había entendido de
tanto, sino hasta hoy que devastado dejaste flores en honor a la perfección que
sólo tú atesoras con celo y esplendor; ocultas para ojos ajenos, enteras para
la vida en ti.
Brotes inesperado para mí.
Muro romano.
Nunca has caído en mi vientre a pesar de siempre atesorar en él. Te
volcaste por completo sin dejar color en ti. Hemos sido carne, sorpresa, desdén
y raíz.
Te debo los árboles que podaste en mí.
Eres inmensa luna para Marte.
Haz atesorado de mí en la ínfima y sagrada
tierra fértil.
Cincuenta veces puedo morir y de las
mismas
te querré siempre un tanto más.
No hay comentarios:
Publicar un comentario