lunes, 3 de diciembre de 2012

Del por què las terapias son una hoja seca de otoño.


Falda liviana, medias nuevas que moldeaba sus piernas con elegante sugerencia, de ahí su  gusto por ellas. Zapatos ligeros, muy silenciosos. El grito y la apatía del chofer del auto de atrás. Sonriendo sabía que esperaban por ella. Se le estaba haciendo costumbre andar por las calles con su cabello en vuelo, su ropa noble y su andar juvenil. Le confundían siempre con una de veinticuatro. Entra, te llevo. En qué estaba pensando, si recién dieron el pago el miércoles pasado, mira que sacrificar así a lo bruto tu tiempo. Se había hecho ya a la idea de caminar los trece bloques. Acompañada del silencio de la noche, del nuevo clima y esa ropa tan cómoda. Si no fuera porque en mi casa mi perra espera dejaría que la luna dialogara conmigo aunque lleve esta prisa. Sube por favor, hasta donde vas. Hasta la línea fronteriza; pero igual no se preocupe de verdad. Sube tengo que hablar contigo. Con la confianza que surge del agrado entre dos amigas, al minuto estaba ya acompañándola en el lado delantero del auto. Pero si eso lo sé. A ciencia cierta sé que tengo una relación con Dios creo en el diálogo que escucho de él hacia lo vivo, eso sí lo entiendo (hablando con ella sobre esto que al mismo tiempo pensaba en la importancia de la tolerancia, pues en el fondo estas personas cristianas tan educadas y elocuentes, por lo menos se toman la molestia de hacer favores a otros, y a leer fervientemente biblia; la lectura celosa siempre traerá caminos de locura o serenidad, la poesía y la reflexión gobiernan por su parte a la vida).  
Lo que es más verdad, es que no deseo tenerlas cerca (referencia a dos personas). La cita verbal de la importancia del perdón hacia los demás y la entrega que debe de tener el ser humano con la Fe. Lo que sí le había interesado fue el noble contacto que le había hecho a su hombro al tocarlo. Corriente de agrado, y miró así con atención su nariz abundante, su cabello bien proporcionado, su ropa elegante y sencilla pero sobre todo, el volumen y el doble discurso en su voz: un edificio de roble; la musicalización de un espíritu sabio, con el sabor de uno clásico. De esa violación que te digo, nació mi hija de treinta anos y para colmo, al enterarse de eso mi padre quiso violarme. Me estaba pudriendo, creía que siempre hablaban de mí, en todo veía el mal. De eso ya hace mucho tiempo pero el escuchar tu historia me hace querer decirte que proporcionar el perdón imponiendo sabiamente los límites al agresor te dará un clara y coherente relación con la vida. ¡A brillar!
 Esta sensación total de intuir un enorme potencial de ser por igual distinta en y ante ella misma, inventiva en el mismo cuerpo, esa ligereza de escucha lo que el huracán anuncia sigilosamente. Todo en el mismo cosmos. La luna tomando su curso; este día atractivo. No llores por favor, no llores. Es por que te llamé la atención por no prepararte; ya eres adulto y sabes cómo debes documentarte y estudiar. Discúlpame por favor, no llores así. No, no eres tú. Es mi esposo que está enfermo de depresión. A todo le tiene miedo, al fracaso, al cambio, a la pérdida; a  equivocarse,  a que lo rechacen; al exceso de trabajo. Y a nadie le digo sobre esto. Ni me muestro así porque si yo expusiera la realidad de lo que siento todo se pone caótico, extraño, y volvemos al recuerdo de cuando mi hijo casi moría en el accidente, por otra parte, estamos viendo a mi sobrino morir sin saber por qué. Mi hermana no sirve para este tipo de situaciones es mi sobrina de treinta cinco la que toma las decisiones porque mi hermana ya no le queda casi nada de juicio. No llores, lo bueno por decirlo de alguna manera es que mis exigencias ayudaron para que confiada me dijeras lo que te pasa. Haría un tapete de flores para ti si tuviera una barita mágica. Abrazada se despidió apresurada y salió dejando su aroma a rosa marchita. Cómo tratar, por otra parte, a este otro hombre intolerante, mañoso y actor. Es su modo de vestir; casi siempre para mi suerte, está de buen humor. Sus comentarios fuera de lugar, su mirada de que te daría por todas partes; su vanidad tan pero tan mal fundada. Cómo hago para que este hombre entienda que mi trato con él es sólo estrategia para no tener ningún lio con él; ningún asunto extraño en el trabajo, ambiente que su vanidad errada le hace creer que él domina prominentemente. Porque si algo había aprendido en sus terapias con Rosita era que el respeto se imponía elegantemente pretendiendo, o mintiendo ser protagonista diciéndose que uno es valioso e importante para así al final, llegar a creerlo con tal convicción hasta proyectar eso en la realidad. Y todo para que lo tenga que aplicar frente a un cabròn. Reforzar la inconclusa dependencia de tener un maestro que impone sus cátedras en tu propia inventiva de individualidad: Porque ese era el verdadero problema de la presencia de ese tipo: la obligaba a mentir, haciendo así una colaboración para su propio bienestar. Eso jamás lo aceptaría con maestría o gobierno. Porque esas terapias pasadas con Rosita, con gente desconocida o incluso, con personas con la que trabajaba o colaboraba eran todas reuniones, conquistas y coqueteos al permitir que esa terapeuta sublime y prudente estuviera de visita por temporadas invaluables, cortas o largas. Su lucidez la llevaba a permanecer en su gran habitación de existencia para y no evadir por su puesto así el miedo a su naturaleza múltiple en potencial y personalidad; ya no estaba asustada de descubrir la ilimitación de su peculiaridad, eso era una mentira. Pintaba sí, sabiendo que podría a partir cualquier viaje en su presente; había evadido la plenitud sin razón aparente, es más lo había decidido sólo por aburrimiento. Como emprender los caminos de las pasiones que supuestamente en ella conocía, era todo un juego, una burla a sí misma. Un entretenimiento más. Había reconocido en la mujer cristiana la ambición mutua, ambas se hacían bien. Era ya una relación de deliciosamente distorsionada. Una se permitía ser la pauta de su progreso y la otra encantada le exponía todas las mentiras que se le ocurrían referente con su vida familiar para convencerla de que todo podía pasar por el cosmos del entendimiento. Porque en ella la sola reacción consciente  de tener la oportunidad de exponer su soltura ante la vida era ya una hazaña favorable y sobre todo, única entre las dos. Me escuchas, te pago con algo y aprendemos de ambas. Era un trueque malvado disfrazado de simpatía. 



Foto adquirida del muro de facebook Vicente Luis Mora.

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