domingo, 25 de noviembre de 2012

Arteria abierta.

Arteria abierta.


Que mi vida sea una entidad. Como diablos se hace eso. Se correrá tanta suerte para nacer en una familia que te proporcione equitativamente una esencia, un valor inconsciente. La osadía de intentar convencerte siempre de que tu existencia produce una alegría especial no sólo a tu perro, sino a tus felices progenitores. Inconcebible, sí. Mejor que un pájaro lastimado, eso eres: una rosita viva, fuerte y abierta. Seguro lograrlo puedo. Si miro a la gente que viene en este ómnibus, yo si parezco más una flor que una del montón. Lo bueno que por acá por lo menos tener un poco de dignidad cuenta, pues no andaré con cualquiera. No, no ni lo mande Dios. Con estos pesos podré comer un poco mejor, de perdida un trozo de carne este mes; pagar el cuarto de renta y lo que más me ilusiona, podré comprarme un celular. El último modelo, ese blanco que el muchacho guapo anuncia en el cine. Andaré  in. Ser fashion antes era andar en un auto deportivo, ser popular y andar con las chicas paseando bien vestida y de apellido eso sí, sin importar que éste fuera de mafioso, lo que importaba era andar cerca de la gente que tienen apellidos re co no ci dos. También lo era el irse a mojarse a los tubos gigantes llamados pozos ¡Eso era la onda! Ahora andar apretadita, vestida igual toda la semana no importa, cuenta que uno vaya al casino a diario viéndose un poco elegante. Que mejor entretenimiento que esas máquinas re bonitas y nuevecitas. Quien quita y me consigo a un buen partido, siempre hay hombres casados que traen dinero para gastar, es más ahí van todos los abogados de la ciudad, y unos médicos según la Betty dice. Un buen escote, un poco de mentirilla y listo. Así me dejo ya de andar por las calles de la ciudad exponiéndome a los fríos, a  las miradas libidinosas de esos cabrones que a decir verdad, en vez de sentir desagrado ya me gusta. Expuesta siempre he estado, por algo mi tío siempre me decía que mientras no se notaran las tetas aún sólo él podía tocarme, a decir verdad ya estaba acostumbrada, no olía tan mal. Y su gordura no era tan desagradable. Que habría dicho mi padre si supiera lo qu el tío no hacía a la carnala y a mí, con eso que la familia era lo primero, terminó el pobre casado con la vecina de toda la vida a pesar de su extrema gordura; tanto que molestó a mi má cuando engordaba. Yo siempre creí que mi padre se sintió culpable de dejar a mi abuela morir en malas condiciones en aquel asilo. Pensándole bien, esa vecina era un tanto igual que mi abuela. Mi abue tenía dislexia y terminó postrada en una camita fea y  ruidosa. La veci es un cerdito limpio, e igual me la imagino ruidosa. Pero bueno, todavía falta para que termine yo  así. Aún mis piernas se ven lindas en falda corta, a veces hasta polvo les pongo para que tengan un bronceado chic que he visto en las pelis de las artistas, esas que se ven bonitas siempre. Este es el plan: mañana viernes después de las diez horas de trabajo en la fábrica comenzaré  a ir al casino todo  el fin de semana al casino, y no pienso invitar a nadie, me iré solita. Le tendré que mentir a mi má para que no se enoje, pero … qué le puedo decir. Ya sé: le digo que tengo tarea de prepa abierta; lo bueno que ocupada está con su cerveza de medio litro que tanto quiere. Ni cuenta se da mi má.
Esto si me gusta. A nadie conozco, pero se ven como gente 
importante. Basta con verles las naves en las que andan. Uno rosa, un escarabajo rosa le tengo que sacar a un cabrón ricachón.  Y para mis uñas unas piedritas para todo el mes. Grandes como garras de tigre, así impongo respeto. Si me dejaran los gordos estos de seguridad grabar todo con mi nuevo cel podría ver quien es quien y  así saber a qué hora llegan los buenos peces. No sea que me toque uno de esos que trafican cosas; y ahí sí, así me chingo sola por un cabrón que por cualquier dinerito queda feliz. No, eso no me va a pasar, yo tengo cabeza, y muy puesta eh. Cómo te llamas, Martha. Y tú. Roberto. Mucho gusto. Mamita que ricas piernas se te ven por ahí.  Gracias, eso es poco. Modesta. Sí, estoy joven y tú no tanto, así que sabes como es esto, seguro tienes hijas de mi edad. No se te ve tan chica. Ni  a ti tan decente. Te invito unas cervezas. No tomo de esas, pero un cigarro o una buena cena sí te acepto. Y qué otra cosa aceptarías. Pues, un poco de mota. De esa tengo. Bueno, vamos. ¿Ahora? Sí. De dónde me dices que eres. De eso no hablo. A pues menos  yo cabrón. Mira putita barata, te sales por la puerta de enfrente disimuladamente y con prisa, eso sí más te vale que parezca natural y me esperas en la banca de fuera sin moverte, y sin llamar a nadie. Y… qué diablos quieres. Un tiro en su frente, sangre y sus lindas piernas sobre el celular. A las tres horas le leyeron a la madre la noticia que en un periódico que la vecina logró enviarle. No. No. Esa no es mi chamaca; se escapó seguro con uno de la escuela, últimamente se mataba de hambre. Yo siempre la vi centradita a mija. 





2 comentarios:

  1. Estremecedor...pero muy bien tratado. Si, es un asunto muy duro, pero tu lo sacas de la crónica periodística y lo trasladas a la literatura, con una enorme carga humana, psicológica...Como siempre, una delicia leerte.

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