miércoles, 21 de noviembre de 2012

Con aroma a madera

                       Con aroma a madera

El deseo de ser selva al oler las hierbas. Angustiada leo la carta con aroma a madera. La he escrito en tantas ocasiones y sin embargo la siento caída, mojada, vacía. Debe ser el intento constante de establecer el diálogo conmigo, aburrida he de estar de vestirme tanto en mí. ¿Servirá? Entro a la puerta y las burlas; risas... me recuerdan irónicamente que ocupo yo la libertad, pese a mi consciencia cansada y vestida. Y O = liberdade. Somos juntos, la mejor hipótesis variable. Te he perdonado, pues segura estoy de no ser río sereno. Recuerdo el día que me acusaste de ser execrable. Le has echado la culpa a algunas soledades acumuladas ¿Quién en esta vida no tiene un corazón con abominaciones surgidas por dichas acumulaciones? Quién sino nosotros, testigos en intimidad para hablar de estas buenas formaciones. !Qué atrevimiento el nuestro! El darle un nombre, más absurdo aún, adjetivos a la verdad.
De aquella tarde, tan llena de flores, recuerdo al pecho tan abierto de arena. Nada pudo dejar de dolerme, desde ese tan entonces. Sin embargo, la corona de sol me recuerda que no pertenezco en nada a la soledad mal formada. Reconozco (en la dulzura de la mañana) por el frío, a la perturbación. Escarbaré sudorosa en tu pecho para conocer lo que quedó ahí de mí. Andas, en puentes y ríos, en cielos plenos. Me fui al extremo, me caí pero no de dolor ni de vientre. Y puedo mejor aún, entregarte la corona sin dolor, sin atadura.

                               



1 comentario:

  1. "Escarbaré sudorosa en tu pecho para conocer lo que quedó ahí de mí"...¿Que inescrutable misterio permanece en los cuerpos que hemos habitado?

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