domingo, 25 de noviembre de 2012

Edipa Rey.




Aliento a pinos poetizados por la lluvia, su aliento era así para ella. No sólo la mano que postrada suavemente a su cuello la acercaba tanto a él; algunas veces, no sabía que la enloquecía más si ese docto brazo ahí, o la fuerza del otro, que la encajaba tan certeramente a él. Ambos brazos,  ambos troncos amados. Había aprendido a conocerle por esas caricias más que sus palabras o actos. Los tan mencionados pequeños detalles: la cama perfectamente vestida y acomodada como si fuese una almohada elegante y perfumada. El mantener en la cocina o en la heladera, platillos frescos y con potentes fuentes de vitamina. El modo que le acariciaba el cabello; la mirada que amablemente le regalaba al perro. Era difícil imaginar que pudiera tener otra vida enroscada a su matrimonio pasado. A pesar de buscar constantemente la aceptación y el apoyo de su nueva familia no dejaba de actuar, varias mentiras encubiertas ella había callado. Había por igual algo en él que a ella no le parecía normal. Si la gente es idiota el mundo funciona al ser uno hijo de  puta. Sino basta al ver al mundo, sólo funciona así. Incluso la gente siempre decide en base a lo conviene. Aún teniendo éxito, incluso es así como deciden tener hasta hijos. Sino se es H.de P. uno no progresa. Poéticamente lo decía al limpiar el piso con soltura y determinación. ¿Sí, diga? Es usted la señora Galindo, para servirle. He recibido un correo a su nombre diciendo que mi marido vive con usted. ¿Perdón? Sí, mi marido se fue de casa hace mucho tiempo que para generar dinero en un nuevo país que porque acá nada podía hacer uno. Mire señorita a pesar de que sé que mi marido se equivocó al ir como idiota detrás de sus nalgas, porque no se ofenda pero una nalga no puede ser nunca mejor que la mujer de su juventud. O no piensa usted así. Seguro que no señorita porque al sólo mencionar yo su nombre me doy cuenta que contra usted no se puede competir: parece usted una puta refinada, basta con verle el maquillaje cuidado que siempre usa. Y esos peinadito tan perfectos. Debe ser usted una rompe huevos, de esas con corona.  Hombre que amable. Mire señora, su marido sigue siendo tan suyo como usted lo desea. En esta vida uno se pertenece o no, así de simple. Sin anillos, sin divorcios, sin estereotipos y con plena confianza le puedo decir a usted que no se preocupe de nada. Su marido hará como siempre lo que él desea, y eso no está mal, y no porque lo defienda no es eso señora hijo mío no es. Lo sigo porque al final usted y él seguirán haciendo lo que deseas pese a la vida e interacción que tengas ustedes con otros, aún si es por separado. Yo  no peleo a un ser humano querida eso restaría credibilidad a sentido humano que siempre me ha rescatado de cualquier situación en extremo crítica y la historia de dos seres no tiene nada que ver conmigo. Sí su marido vive conmigo y a decir verdad él manejó que tiene separado de usted ocho años.  Y como no vivo cerca de ustedes nunca me preocupé por averiguar la verdad ni me interesa. Puede usted hablar con él libremente, no soy su madre y ya son lo bastante grandes para saber lo que es normal y anormal. No me agobia, y por otra parte ni me interesa. Un par insultos y la conversación se dio por terminada. La vida le parecía una comedia, pero no digna ni reflexiva, una consternante y altiva: al conocer cómo su madre había rechazado el honor de ser su madre, y sobre todo de verla transformada en un ser hipnóticamente idiota. Su códigos humanos se habían adormecido tanto que parecía carente de ellos a pesar de su intención ingenua de ayudar obteniendo siempre a cambio algún permiso para seguir viviendo su aturdida libertad. No era culpa de ella. Es más hasta tolerancia y simpatía le seguía teniendo. Había desarrollado entretenidamente una desconfianza ya inhumana y lo mejor de todo esto, era que sabía hasta donde ella podía llegar en su desconfianza. Nunca se le escapaba un gesto inhumano, por el contrario, conocía la balanza que le proporcionaba la cordura. Por otra parte, sabía de lo que una persona inconforme e infeliz podría  llegar a ser capaz. Había diferencia entre el concepto de H. de P. y el de vivir aturdidamente por una gran inconsciencia que cegaba cualquier juicio sensato. Lo que esos dos amores le ofrecían no era una lista de privilegios certeros, dinos para conquistarla fervientemente. Sino por el contrario, los regalos que estos desmesuradamente le habían dado a su vida era un lista de tres palabras que enlistaba y recordaba cada abría su agenda para trabajar. La organización se había convertido en una clásica estrategia para seguir considerándose proba ante sí misma. Una de las razones más importantes que había encontrado para seguir sus estrategias silenciosas de crecimiento era la de saber interpretarles con distinción con una tanto de imaginación. Eso siempre le había aligerado los diversos escenarios de esas obras trágicas. Ni Edipo, ni incluso el personaje de Yocasta, ni mucho menos las pasiones existencialistas de Hamlet la convencieron en su momento de que las relaciones humanas a pesar de tener un fervor natural de pasión podrían ser tan destructivas. Es más, había tenido la clara idea de que lo que más caracterizaba a la naturaleza humana era esa capacidad natural de entender apropiadamente su libertad. Un ser humano podría ser tan racional y mal intencionado dependiendo de las estimulantes de vida que este vivía, generaba y consideraba. O sea, la vida era inventada, sí pero poseía uno el derecho de dibujar en ella a ritmo propio, con sangre o sencillamente con pinturas acrílicas ligeras. La vida para ella era un pincelazo de Dalí en acuarela: complejo por sí mismo absurdo de entender pero sobre todo, presentes para cualquier mirada humana. Tenía el ser humano un profundad capacidad de filtrarlo todo: incluso el odio, la desolación; o un máximo dolor inhumano. Nadie era dueño de el destino de otros pese a la aguda maldad de algunos. Pensar en ello era tan incongruente como el máximo esfuerzo de un ser mezquino. No entendía eso sí, como los humanos podían descuidarse tanto, como personas o como seres en grupo. Porque darles a los demás semejante regalo; por qué perder el tiempo así. Porque dejar de tener intimidad abiertamente. En horas de sueño el tiempo de vivir a solas las horas nocturnas; o el simple contraste de hacer algo que le encantaba sin definir bien los motivos y los alcances de tal fascinación. Por una parte la serenidad de entender como cuidar el enorme filtro que había descubierto y por a su vez, conocer la antítesis que todo esto producía. Una noche dejó una carta así misma antes de  emprender un viaje en una barca pequeña e indefensa diciéndose: ¨ Antes de renunciar un poco a mis sentidos te digo: las palabras son eternos fonemas de una bastarda. El espejo cae y obligada estàs a concerte sobre todo en silencios melodiosos de quebranto. Ahí me vi obligada a conocerte. Con derroches de un poco de sangre y rupturas serias; riesgos perturbados para así conocer o identificar el amor a los que no falsifican sus sueños, o por lo menos un grado de carisma en ellos. Desde niña me habían dicho que creer en la libertad como esencia de un ritual cotidiano era un profundo error. Sin embargo, nadie puedo nunca controlar la elegancia de extender mis brazos como cuando  cuerpo ágil giraba en el cielo para mostrar que la habilidad de amar era hasta esa fecha, lo más sensato que poseía. Ocupé inmensamente de la amabilidad y no la veía ni en mi ropa, ni en mi sopa, mucho menos en las palabras y actos en mis primeros contactos humanos. La encontré en mis manos encerradas ante las cajas de la especulación. No dejé de matar en lo que no creía anteponiendo la sonrisa que no dejaba que ahogara aniquilando ni a sus parientes. La sensatez de un alma que se estructuraba ya sin o en deformación. Nací de nuevo al no estrangularme al no pegar los trozos de mi ser ceremoniosamente. El tinte de devoción a la tristeza y tortura dejó un lindo habitad en mí. Las sonrisas no fueron arranques de simpatía por los demás, sino en su momento se convirtieron en hazañas finas y propias que anidaban mis  secretos. Hoy que parto de hago esta carta como un detalle de seguimiento. La misión será poder estrangularme sola para llegar a la perfección de una belleza tan frágil e inhumana que arrase con la testarudez de mi razón, pero es por supuesto un viaje que solas debemos hacer, sin justificante ni compañía alguna. 
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