jueves, 13 de diciembre de 2012

Despacho II

Despacho II

De negro, y con sus lentes sofisticados, el look demacrado de psiquiatra exitoso había tomado ya otra figura. Era culpa de ella sí, de ella. Desde que entró a mi despacho los gestos en ese cabello dorado, tan; tan bien que enmarcan esa boca que me tiene vomitando siempre que salgo por mi auto por la parte trasera, después de verla. Pensaba al encender su cigarrillo. Recordaba el incidente de segundos pasados: había sido expulsado de su consultorio por tener los del consejo de psiquiatría imágenes en pleno coito con su paciente adolescente ninfómana.  Que idiota desde cuando el sexo entre paciente y psiquiatra puede ser admitido. Perturbado por sus tics nerviosos, creía nublado los parabrisas de su automóvil mientras el tenor agrupaba su intensidad dentro del elegante transporte. Sin verla, el sólo hecho de imaginar no tocarla por más de veinticuatro horas y saber que mucho menos ella, sabría como establecer un orden a ese presente controlándose, esos apetitos tan de ella. Mariana, tan joven y tan ninfómana. Las prácticas, tan naturalmente heredadas para ella. Donde podrá él retomar y dar un mandato a toda esa tormenta. Qué es lo que mira usted doctor; lo puedo llamar doctor aunque todavía no me revise (sonrisa perversa), mire la verdad yo vine aquí por voluntad pues me habían exigido que pidiera ayuda y como lo vi vestido de negro con esas gafitas lindas, me decidí por usted. Además mire que bonita tiene su oficina, le faltan buenos libros, estos parecen puras enciclopedias y a quien le importa tanto libro fino. Debería de leer al Marques de Sade, lo conoce usted doctor, a sus libros digo, no vaya a pensar que le estoy diciendo viejo no. De mis partes favoritas es cuando orina a sus amantes. No ha leído esas partes doctor. Le paso a esta paciente, a una doctora que por igual terminó seduciéndola. Como él si sabía tan bien en donde para la vida de los demás por vivir situaciones de tal extremo había conscientemente decidido seguirle el juego. Como le explicaría todo eso a la prensa o a sus hijos que le doblaban la edad a esa joven. Y esas fotos, por donde retomaría todo el lio.  Ella, entre tanta lluvia y delante siempre ante él en los lugares cada vez menos prudentes, le hacía volver a sus perturbaciones en calor, en abandono. Whisky por favor. Qué haces siguiéndome. No te parece divertido lo que pasa, no divertido no, estoy con toda mi vida destruida y para colmo, no puedo dejar de desearte. No te preocupes a los hombres el gusto siempre se les pasa. Cuando les dicen a una mujer me gustas muchos es porque la ven como si esta fuese una simple dona con buen sabor, las mujeres suelen ser más vinculadas en su sentido de gustar. Cómo me puedes decir eso ambos no te hagas el idiota. Si tú has hecho lo que te viene en gana conmigo, he hecho de todo por vivir tu juego. No, mío no, de ambos aunque gobierne yo según tu idiotez. Qué te hiciste en tu cabello. Me lo pinte negro, no te gusta. Me haré de todo en mi cabello, en honor a la variedad que he conocido hasta ahora. No será que crees estar enamorado de mí, gafas serias, por simple aburrimiento, porque al conocer tu lado depravado me doy cuenta que estas de lo más muerto. Porque yo he visto las fotos de tu consultorio, bueno el que era tu consultorio y a pesar de tus lujos y tu aparente vida perfecta, lujosa y bonita, te veo agotado, cansado y con ganas de vivir con todas esas condiciones tan armónicas. Por ahora, tengo dieciséis años pero desde hace tres que no puedo dejar de tener sexo con quien me apetece y no me arrepiento me encanta a decir verdad, ni me asusta ni nada de esas cosas, a mí esta normalidad me permite conocer los diablos que poseen las personas y eso me protege más pues de quiénes uno debe sólo desconfiar es de los humanos, somos miserables de modo natural, al mismo grado de mi ninfomanía. Tú y yo en eso nos parecemos: podemos llegar a conocer a las personas muy a fondo pronto. Tú ahora me dirás que no puedes vivir sin mí y todo lo que siempre los hombres de cincuenta les dicen a las jóvenes, pero no lo creo, porque lo que sé yo también sobre ti, nadie lo podrá ni ver y mucho menos, admitir de lo que tú eres tu capaz de hacer y sobre todo, lo depravado que puedes llegar a ser, soy un ángel a tu lado. Nadie sabrá que es lo que verdaderamente mueve tu pasión viva por mantenerte oculto. Por eso estas te sientes según tú devastado, que ni lo creo. O, ¿no? Yo quiero ayudarte. Tomó una agenda empaquetada fuertemente con cinta adhesiva. Qué es todo esto. Es una lista de los clientes que has tenido y que yo antes que tú los conocí primero y que por mí han llegado esta ti. Muchos de ellos en ves de mejorar su vida la empeoraron porque tus razonamientos los hicieron ser adictos a algo. Deberías ir a buscarlos para que sepas lo buen doctor que has sido. ¿No te interesa? Qué estás diciendo. Eso, yo te he dado mucho trabajo, pacientes y he logrado hacerte sentir que eres indispensable. Dime si no, si esto no es genial. En la gente había una lista de personas con particulares descripciones y catalogadas no por apellidos, edad o enfermedad, sino por tipo de experiencia: dañina, en extremo perjudicial, o enmendable. ¿Desde cuándo planeaste esto? Sí ni siquiera logran reconocerme. Tu esposa me dejó en un congal para putas cuando tenía yo seis diciendo que había encontrado al hombre perfecto, o sea tú gafitas. Eres mi padrastro. Es o no increíble. Desde que les conocí en un parque público. Te miré y me recordaste a esas palomas lastimadas que necesitan de especial cuidado y atención. Pregunté un poco por tu vida y como a las niñas como yo nada niegan pues conseguí todo sobre ti y he tenido tiempo de conocer y experimentar tanto  gente, como mis intereses. Qué ganas con todo esto. Comprobarte que no hecho lo que han creído, que son mejor que mi ninfomanía, es más es mas digna ésta, que ustedes. No les tengo sentimientos negativos, al contrario, siento compasión  y sobre todo, deben considerar como han siempre presumido en la sociedad de todo absurdamente. No sabes aún quien soy yo después de todo lo que te he dicho. No te doy ningún tipo de recuerdo. La verdad que me sorprendes, como no lograste reconocer nada de mí, si me acompañaron ustedes, ambos, juntos y perfumados cuando me dejaron en esa casa de citas. Frío, se levantó de salió del bar apresurado casi orinándose de nervios. Al llegar a su consultorio, rompió la puerta y desde la ventana logró observar a la abogada contestando su celular.

https://www.youtube.com/watch?v=md7SJ1kDE24





lunes, 10 de diciembre de 2012

Canoa.


                                               

                                                                                    "...Herido estoy, miradme:    necesito más vidas.
                                                                                     La que contengo es poca para el gran cometido
                                                                                     de sangre que quisiera perder por las heridas.
                                                                                     Decid quién no fue herido..." Miguel Hernández.


Reconocía los torbellinos que mecían revoltosamente su cabello. Naturaleza en muerte. Como tronco, cae en la niebla lentamente uno de sus anticipados dolores; con forma de espuma. La limpia sagradamente y la deposita en silencio ante lo que había sido hasta ahora, su luna.

Vestida de jazmín, caminó en su bote, descalza con sus plantas mojadas y sus pechos en pánico. Había creído que ese mar gobernaba su vida, pues semejanza tenían con sus cariños. Cuándo; bajo qué entusiasta vida comenzó ella a darle tanto valor a sus amores hasta ahora quebrantados, fracturados, mutilados. Dónde comenzó todo a desvanecer su ser para que pudiera este, expandirse amorosamente en estaciones fracturadas, por entes lastimados. Qué tenía ella que hacía que todos éstos le coquetearan perseverantemente. Cómo seguiría emancipándose para la belleza, si en los días pasados había recogido todas sus flores lastimadas, no podía ignorarlas más. Por dónde comenzaría a sanarlas. Y con qué. Quienes intentaban ayudarla al verlas, se quedaban tan pasmados y huían sin saber cómo expresarle sus  sinceros intereses.

 Esos días, no eran ventanas avivadas para ella. Sus pies ahora tan descalzos, donde dejaba ella fluir toda su naturaleza vana, salvaje; y aturdida. Dándose así, el regalo absurdo de la feminidad; toda su piel estaba profundamente lastimada. No podía ya con las heridas de tanto, tanto arrebato. Había renunciado; con justo derecho había dejado de desearles. De estar cerca; de brotar sus raíces cerca de ellos. No podría más ocultar su valor: la pasión de andar ante la vida buscando la profundidad sensata y natural de esta.

Vestía, esos últimos días vestidos largos y livianamente desnudos. Sus transparencias tenías estrecha relación con sus aromas, pues a pesar de tanto agrado, el dolor se expandía algunas veces, inesperadamente. Días enteros se quedaba pasmada buscando belleza en las miradas, en los gestos, en las pequeñas amabilidades que llegarían a expresar en muy contadas ocasiones, algunos otros casi siempre sin éxito.

 Oh su vida tan afectiva, su pesar tan sereno. Cómo deshacer su conciencia, ya no podía más con ella; más que muro, más que fuego era un pesar transparente, cálido y demandante (a ella la obligaba a cuidar algunas veces, del rostro del sacrificio; buscaba encarar las mentiras, por muchas que estas fueran, nunca cedería ante ellas, ni quedándose sin rodillas). Su voz; su creciente temperamento. En las esquinas de su cuerpo había cajones, espacios de metal en dónde ocultaba las escasas pruebas de amores.

 Había alguna serenidad agrandada; alguna planta prudentemente colocada. Pero eso sí, grandes desplomos que no reconocía ella como partes gubernamentales de su cuerpo. Sino algunos caminos pasados que aunados con ese mar, algún buen lugar debía estar, para así seguir justificando con grandeza lo que su entendimiento tanto apelaba, tenía de nuevo un gran cielo donde volar, una bello mar para abrigarse y un desierto en su pasado para enterrar con devoción la historia de tantas perturbaciones enajenadas e intoxicadas, pasarían junto a las flores a una mejor vida: la de la reivindicación elogiada y gobernada por un millar de razòn. 



Buenos Aires, Argentina. 1936. Horacio Coppola. Del blog La Imagen del Siglo de Luis Gobea.

domingo, 9 de diciembre de 2012

Abrigo de lluvia


20.

Abrigo de lluvia.

Era una extraña entereza la que presenciaba con agudo engrandecimiento. No era su delgadez, ni su situación financiera tan creciente, era que en su intimidad y en el andar de sus días de nuevo había encontrado el espacio apropiado para no sólo divagar en sí misma, sino en la creciente congruencia que mantenía sabiamente oculta para los demás y que por mucho tiempo, había guardado celosamente en su retrete. Se daba siempre tiempo para todo, desde su niñez; aún cuando en toda ella conservó su energía para destacar cuando encontrase su verdadera vocación, y no antes, impulsarla  sólo  por responsabilidad pura y no por libertad, así de amor le tenía. Le agradaba tomarse el tiempo para entender, decidir e incluso, para vivir apropiadamente en gusto aún para las pequeñas cosas. Aunque fuese ya adulto eso seguía igual en ella, sin dejar nunca de lado eso sí,  las demandas bien vestidas. Ese atributo de lluvia de la ciudad era como cubrirse con un abrigo rosa y largo. Tan cálido y elegante, como un barco de amistad en lujo ¿Por qué de una buena vez no redefinir su naturaleza ante lo que en este presente su amplitud le demandaba, pese a los temores, las locuras, las incertidumbres; los viejos o actuales cariños? Ya no más casas ausentes. Estaría sólo caminando por lo pronto, en la ciudad abrazada; cobijada con su bufanda propiamente dibujada en su largo cuello. Ciudad en donde al caminar segura estaba que vería la magia de la autonomía propia; nunca ahogada, y siempre en vida. Sofisticado sería como siempre, vivir dentro de su auto plácidamente escuchando la música que siempre imponían las tonalidades de sus crecientes emociones de tan agradable estabilidad en movimiento. No encontraba en la lluvia el desagrado de su frío natural. Tan de la planta de sus pies. Bajo sus medias y ante los zapatos limpios y ya queridos. Era el andar con gracia, sin prisa, debiéndose sólo  al presente momento de su vida agitada en plenitud.
La ciudad tenía que ver con los impulsos que había aprendido de amar y a gobernar viviendo en  cúspide. Esa época era tan magníficamente importante: un hombre que le había amorosamente mostrado lo digno que ella era de merecer credibilidad dentro de su perspectiva; él había sido la primer y única persona que se había dado esa libertad, y ella, lo percibía tal cual. Nada le debería, la voluntad de amarse la hacía conocer la libertad sin desorden, la hacía ver día a día la celebración de la vida sin predecir nunca ante nada ni una sola derrota, sino por el contrario, fue ahí donde la poesía comenzó su curso. Los días de caminatas variadas comenzaron a renacer: en una ocasión, subió una montaña terminando despojada de todo dolor; su cuerpo desmayado unificaba el latido del corazón de la tierra y comprendió que ningún dolor más profundo podría jamás destruir en ella su amor a la vulnerabilidad que tanta fuerza le daba al elegante temperamento que naturalmente poseía. Ocupaba de la gallardía de embellecer la vida, cual viviera;  cual estuviese conociendo.  Por esa época en ella mandaba una confianza amplia y limpia. Dándose cuenta de esto,  había decidido conocer el amor a la investigación en lecturas y pese a ser esto parte de la responsabilidad de un serio programa académico se daba cuenta que esa sería una de sus vocaciones más animadas, ahora ese camino era el que creía jamás abandonar. Por otra parte, la fidelidad a la amistad era una proyección de ampliar el vivir en una amabilidad constante, en ese espacio tuvo la suerte de acercarse apropiadamente a gente culta y amable. Con el tiempo, había descubierto la naturaleza humana, y dejó de creer del mismo modo en la amistad.  Este aliado a otro importante descubrimiento: su amoroso agudeza para resaltar el talento de algunos otros con su natural simpatía, gustaba de hacer lecturas y promover de modo natural los asombros que ella descubría en las sensibilidades ajenas. Aprendió a cambiar esto sabiamente con un método educado: las personas en realidad jamás necesitarían de el realce que ella proporcionaba, entonces aprendió a dejar los espacios de algunos otros en su lugar. Por otra parte, sabía que no dejaría más pasar ninguna lluvia sin ir tras el conteo de sus minuciosas gotas, pues estas le indicaban que la cellisca de ideas era una proceso interesante de intercambio entre la naturaleza con los que toda su mente, ahora disciplinada estaba conociendo. Día a día caminaba a la biblioteca, eran dos personas sus predilectas: una vestía coloridas mascadas en su cuello corto engrandeciendo siempre la atención a su sincera sonrisa.  Y la otra, la de un hombre que siempre se burlaba amablemente del día que ella no fuera puntual a sus adorados pupitres, entonces decía, pasaría algo así, algo insólito. Todo giraba apaciblemente en torno para ella;  el aroma a libro cuidado y viejo que tanto amaba.
Vine por ti, vine por tus cosas para que te vayas a casa.  Le permitió que su padre decidiera por ella, pues la amabilidad que ambos compartían era para ella en su momento de máxima importancia. Tomó sus plantas y las regaló, lo único de valor en su pequeño hogar. Sus abrigos; su amor por el conocimiento por un par de años había estado lo suficientemente satisfecho para alejarse un poco de la dinámica que éste demandaba. Comenzó así una prolongada vida callada.  Sin palabras  y sin lluvias. Sin aromas de libros viejos y cuidados.



Era una extraña entereza la que estaba experimentando. No era su delgadez ni su situación financiera tan creciente, era que en su soledad y en el andar de sus días, de nuevo había encontrado el espacio apropiado para no sólo divagar en sí misma, sino en la creciente congruencia que mantenía sabiamente oculta para los demás y que por mucho tiempo, había guardado celosamente en su retrete. Se daba siempre tiempo para todo, desde su niñez. Le agradaba tomarse el tiempo para entender, decidir e incluso, para vivir apropiadamente en gusto. Aunque fuese ya adulto, sin dejar nunca de lado eso sí,  las demandas bien vestidas. Esa esencia  de la ciudad eran para ella era como vestir un abrigo rosa y largo. Tan cálido y elegante, como un barco de amistad y lujo. Y, ¿por qué de una buena vez no redefinir su naturaleza ante lo que en este presente su amplitud le demandaba, pese a los temores, las locuras, las incertidumbres; los amores? Ya no más casas ausentes. Estaría sólo caminando por lo pronto, en la ciudad abrazándola; cobijada con su bufanda propiamente dibujada en su largo cuello. Ciudad en donde al caminar segura estaba de que vería la magia de la autonomía propia; nunca ahogada, y siempre en vida. Sofisticado sería como siempre, vivir dentro de su auto plácidamente escuchando la música que siempre imponían las tonalidades de sus crecientes emociones de tan agradable estabilidad en movimiento. No encontraba en la lluvia el desagrado de su frío natural. Tan de la planta de sus pies. Bajo sus medias y ante los zapatos limpios y ya queridos. Era el andar con gracia, sin prisa, debiéndose sólo  al presente momento de su vida agitada en plenitud.



sábado, 8 de diciembre de 2012

Tan femenina





Era desagradable el exceso que percibía en la corrupción de su mentalidad tan femenina y para colmo, la escuchaba presumir de tener un hijo apegado a la familia. No si mi hijo la tiene clara: para él primero está su mamá y después todo lo demás. Insulto a la consciencia de que esta creyera que la oyente le creía semejante idiotez. De una mujer como ella, que cree que todo se arregla con las nalgas. Pues sí, a  ella le encantaba la idea de que su esposo estuviera así muerto. Expresó: ¨mi esposo está bien muerto¨. Pero, !cómo, tú tan joven y con un hombre tan grande para ti! No, a mí me gustan grandes. Cuando quería algo, y si en ese momento no tenía dinero después él volvía por ello.  Lo que no entiendo, es como te preocupas tú por los hijos de esa mujer sino son tus hijos. Tú, un hombre joven le decía la nalgona a uno de sus juguetes  Si quieres te cuido yo los papeles de tu casa. Tengo los de mi papá, decía ella. Como oyente, la ajena con creciente desagrado callada escuchaba atentamente el segundo episodio de observación. A los hombres no se les usa, se les puede conocer eso sí,pero usar no es exactamente como yo lo diría. Pero de abusar nada, que para eso la sociedad está ya demasiado corrompida (por el sistema de normalidad cultura, pensó la oyente). El que no tranza no avanza.  Para qué la educación, o el respeto; la congruencia; la solidaridad. Todo lo arregla o mi tío, o mis hermanos que por algo son políticos y profesores, mi hijo tiene a quien salir. Yo por ejemplo, decía moviendo sus manos empolvadas y con crema olorosa, fui muy activa en las campañas políticas y pues me enviaron acá al final a trabajar en esta biblioteca. Lo que no quiero es que me pongan a trabajar mandándome específicamente a hacer las cosas. Los hombres, son despiertos algunas veces, pero la verdad uno les puede sacar el alma, si uno quiere. Es bien fácil, mira tienes que evaluar qué es lo que uno desea y hacer un poco de asquerosidades que con el tiempo dejan de serlo. Porque quien no me va a decir que el sexo al final se disfruta con pura maña y pues vengo de una familia con mucho gusto por la política, bueno más bien por la ventajas que ésta genera al andar metidita en ella.  La vida es una sola y los libros son para estar en los libreros. Yo estoy trabajando aquí sólo en lo que sigo aumentando mis bienes, tengo una casa por ejemplo, en la única playa cercana a este lugar. A mí me gusta usar la cabeza, sí, me gusta. Yo voy por mi pensión a Estados Unidos. No me gusta hablar más con la familia del difunto. A pero no me malinterpretes, primero está la familia eh. Mi amiga Loli piensa igual. Ella a diferencia de mí, sí estudió en una de las universidades del país destacadas. Es abogada, y ella sola dice que con sus manos y su sudor mantuvo a sus hijas e hijo. Ella no dice nunca cuantas veces se ha casado. Este último es un señor de España, que según ella dice que el psiquiatra de este hombre le aconseja que la deje. Ella es el motivo su malestar. Una vez su hijastro mostró su desagrado hacia ella porque el día que ella supo que el señor tenía cáncer fue y le entregó a su papá en un aeropuerto incluso de otro continente. Porque España no está en América o ¿sí? Bueno, ella tiene mucho talento para adquirir bienes de los demás; de ella aprendí que nadie tiene por que saber cuantas veces te casas. Mientras menos se sepa de la historia de uno, pues mejor, así molestan menos y confían más. A diferencia de otra conocida, pues amiga no porque en ella si que no se puede confiar, pero se que en el fondo mala no es, sólo está impuesta a ganar mucho dinero y tener siempre hombres rondándole, por ahora le ha dado por casarme o acostarse sólo con hombres treinta años menores que ella. Ella a la quincena gana mil ochocientos dólares. Y desde sus cuarenta, decidió no tener responsabilidades ni con sus hijos. La vida para ella fue un juego desde que comenzó a darse cuenta que los hombres, los que hay en su ambiente de trabajo, siempre son materia dispuesta para cualquier tipo de relación con ella. Le había gustado ser amante de su jefe mediato, luego de algunos otros superiores hasta definir su gusto fijo por los hombres jóvenes Yo creo que lo hace por puta nada más, esos nunca dejan de estar excitados y a ella no le gusta pensar en el futuro, ni en las consecuencias, total, estos le vienen de maravilla, ahora tiene más de sesenta años de edad pero no creo que le siga importando nada hasta la fecha. Y sus hijos para mi sorpresa, todos salieron con gusto por el estudio. Aún así, sé que sus hijos no le importan tanto como ha llegado a decir, yo no soy como ella no. Lo buenas eso sí, no no los quita nadie. Ni esos bocones de lengua suelta que luego andan presumiendo su machismo diciendo que uno hizo y ellos metieron e idioteces de esas. No no, uno es damita. Mira sino, mira esta ropa que uso, y este maquillaje que llevo puesto. Ella es alta, de cuerpo con mucha curva, no tiene educación y sobre todo, le gustan todos los hombres, menos los de su edad, oh perdón eso ya lo dije, o ¿no?. 



Damas en el Hipódromo, 1935. Horacio C. 

Copulación, su valor no biológico, ni sexual.



Copulación, su valor no biológico, ni sexual.

¿Dignificar? ¿En qué sentido los humanos podemos no perder el sentido de valor y al mismo tiempo cumplir con la intrigada inquietud de honorificar una vida (naturaleza que se supone existe en la gente medianamente decente)? Si por lo regular vivimos una, casi siempre sin alguna explicación clara o convincente (no llegamos en la vida preguntándoles a nuestros padres del por qué nos concibieron) y accidentada en cariños sobre todo (familiares primero, luego por elección) desde edad temprana (porque quien me podrá contradecir al explicar o intentar contestar como es que sus padres, son sus padres y no de los del vecino, esa coincidencia la tenemos todos). Digo, si yo como representante formal y miembro de una familia tengo el impulso de  buscar honra en algunas ingeniosos lugares (que eso sí que es personal y no te lo comparto), menos en los ámbitos placenteros y complicados que dentro de  la familia se acarrea (digo, quien tiene una vida plena y feliz con su primer familia). ¿Cómo se supone que deberíamos hacerlo; bajo qué normas, por medio de qué: dónde comienza la responsabilidad íntegra de nuestra dignidad (a elección plena)? Tenemos eso sí, la profunda necesidad de vivir dándole sentido a lo que consideramos nos da alegría genuina, real; benévola. Porque lo que a mí me da alegría o temor, es algo que seguro tú como lector prefieres ocultar o reservar. Por alguna razón importante me estás leyendo y lo agradezco, me agrada que lo hagas. A mí, que te comparto de mi ingenio para mentir, u ordenar; o sencillamente, el divertido juego adicto del nombrar. Para mi dicha, puedo exponer un poquitín de la ventana predilecta: la pretensión de mostrar una falsa o real invención, que de algún modo siempre tiene peso y valor; eso sí, mientras se le considere mentira, no deja de, sabiamente mantener su valor incluso, en cualquier sociedad. Para mí, que amigablemente te lo susurro. Dejemos de lado la pretensión de que siempre te digo la verdad. Puedo atreverme eso sí, a decir que nada deja de pertenecerle al arte de establecer en la vida un espacio pleno,  que arribase y dé credibilidad a la existencia. A la tuya, a la de otros, o a la mía. Pero, cómo lograr esa verdad si nos perdemos en la solidaridad de vivir interactuando demasiado con otros. No se ocupa sociabilizar siempre, y mucho menos cuando ésta, no esté regida por la necesidad de afectos ahogados, lastimados o derrotados. Incongruentemente, veo los casos de minorías en estereotipo (matrimonios que buscan la ¨´normalidad¨ por medio de las normas establecidas por las culturas y sociedades bajas y vacías en sí mismas cuando la mentira y la conveniencia son quienes gobiernan, incluso, irónicamente para el mayor de los casos, la comodidad) hasta logran hacerse comadres y compadres (comadrería formal; dándose un renombre entrando así a un estereotipo meramente social) adentrando a un acercamiento que en su momento, es impulsado por una chispa de simpatía y aparente entendimiento. Lo que se debería considerar una interacción más humana, y de nata disciplina, sería la elocuencia de establecer todo en relación simplemente de la relación por sí misma, simplificando todo esto a una natural simpatía. Veamos el caso de nuestra historiadora. Una conocedora de esta rama, lógicamente debe documentarse de modo investigativo y formal, pero que hay de las entrevistas que ella logra hacer; a quiénes debe buscar. No se parece todo esto a la metáfora de nuestro comienzo: dignifica qué y cómo. Para partir de algo, debemos suponer que dependiendo de la historia que ella, la muñeca, quiera exponer. Debe entrar, establecer ésta, el decálogo de una lista inteligentemente establecida por sus intereses profesionales y demandas cotidianas de su labor como historiadora colaboradora del Centro de Investigaciones Universitarias tal... Una historiadora linda con gafitas grandes, un poco toscas para su mirada ausente y avivada. Es ella ahora el personaje que entra por tu computadora e impone una cargada taza de café, tan negro como sus gafas encieladas. Que gustosa te sirve como obediente esposa. Decía, el idiota de mi jefe volvió de nuevo a insinuar que mi trabajo es desordenado. Y sugería: acomoda acá; lee esto primero. ¡Pero, quién se cree este idiota! Que mi vida laborar gira en torno a sus demandas. Pero si para ello estudié investigación: para no andar permitiendo que la gente como él esté detrás de cada paso que doy como si yo fuera una empleada con necesidad de supervisión. Llega ahí vestidito con ropa de marica (con perdón de los homosexuales que sí me parecen decentes) lo de la ropita de m. es así como un modo de decir que se cree lo que no es, tu me entiendes. Su suetercito azul y pantalón ajustado partiéndole los huevos como si no tuviera dinero para comprarse unos que sí le queden. Castrado debería de estar. No sé como tanto idiota tiene puestos así. Seguro debe ser amigo del rector; pariente o un favor le debió hacer para que ambos imbéciles sigan rigiendo este edificio de investigación. Deja de quejarte y ven a la cama, dice el  contrincante (personaje masculino).


Era ahí, en sus manos, en los brazos cruzados de su amante donde encontró un abandono iluminativo. Estaba conociendo detalladamente porque era sexy tener el control conociendo esa imagen ahora vívida y poseedora de una total congruencia. Innumerables veces había visto escenas en televisión con esa imagen, pero al leer los brazos tan los cruzados hacia arriba mostrando el desdén de la entrega, la esclavitud y el sacrificio. Esos brazos tibios y rítmicamente cálidos. La mano de ella vestida de las otras dos, fue ahí cuando supo lo importante que era también, tener el control ahora en ese ritual íntimo de dos. La entrega de una confiada exploración compartida. Fascinación tranquila, el saber que la confianza algunas veces explicaba todo lo que ella tenía ya días intentado exponerle apropiadamente, ya la libertad había dictado un poema para ambos, bautizándolos así a la creación de sus destinos, ahora sonrientes; asomándose a sus ventanas, en sus intelectos. El aroma de la piel tan conocida tomaba una magnitud serena y copulativa, tan perfecta como las imágenes que inventaba, las que le compartía e igual las que guardaba en su perfecto estado de concentración.  Eran esas secuelas de derecho propio las que irónicamente le daba autonomía y más credibilidad, a la inventiva que expresaba  y redescubría. En particular en ese tono: en vez de gemir, establecía su diálogo espontaneo y de comunicación en ritmo, en vez de atravesar los estados de agrado, padecería placenteramente la humildad de ofrecerse abierta al gusto de sólo dar (…pertenencia de ellos). Eran las salivas; las sonrisas, los gestos tan informativos;  los sabores, los calores variados que exfoliaban los brazos, sus piernas, incluso en ese su sexo opuesto. Ahora conocía la naturaleza homosexual de la que algunos defensores exponen con tanta convicción; oh, era como establecer un puente ilustrativo: una interacción sexual plena descompone a la imaginación agrandándola paulatina e ilustrativamente. Los sentidos creado en la pareja, establecimientos de caminos en inventivas que apetecen de algún modo, una profunda exploración simpáticamente, unificando así una apertura a un cosmos unificador en sexos, en opuesto, aliándose así supongo a la fuerza de la naturaleza; al beneficio del instinto natural perfecto para ambas fuerzas jamás opuestas. Armónicamente expulsadas ambas del inmenso vientre universal de la naturaleza. En esta ocasión, no conoció el esmero, lo encajonó con candado dorados perdiendo así la llave del plazo. Dejaba que la aceptación y el grado interactuaran en complicidad para que bajo cualquier circunstancia gobernara todo el permiso que se daba a sí misma incluso, para conocer el placer de un acrecentado apetito sexual, ahora enaltecido por la brutal perfección de el acuerdo compatible que se da al mezclar la sinceridad, la confianza y el agradecimiento mostrando así una vulnerabilidad teñida dulcemente de conclusión. La confianza en la intimidad era el estado perfecto para una exploración absoluta que abrazaría incluso, la sensibilidad de sus pezones; la soltura en su inventiva. Todo su momento sexual era, una reconciliación con lo que su futuro próximo estaba ya resolviendo. Quedó en cama meditando el significado que el concepto de honor la había obligado vivir en una prolongada pausa, hasta saber  cómo dirigiría la vida misma. La que a ella le correspondía, tan a ella solamente. Era por primera vez tan coherente como su inteligencia  y  su conciencia indicaban; aprovecharía su lucidez. Sabía que amar era una natural condición que poseía y al final siempre adquiere, un profundo sentir gobernado por la sencillez y la cordura. En donde la locura, por otra parte, se incorporaba siempre juguetonamente proyectando así intereses que no tendrían nunca en común; caminos inconclusos de ambos y sobre todo, una complicidad tan cuidada como sus buenas intenciones. Cumplían por fin, con un círculo que sólo ambos conocieron a la par, unidos así por la transparencia de dos destinos vivos, decididos y poéticamente honestos y como consecuencia, solidarios. 


martes, 4 de diciembre de 2012

Carta al Quebranto

                                                        
                                                                               
               Carta al Quebranto.                                                                                                             
                                                                               
                                                                                                                                                                        A Dada.



Lacitud,
                Menciono detenidamente tu nombre, o a la inmensa fila de rompecabezas con
                            piezas de tu centro.

Hilera con brisa,

                         elegante escritura.
                                                                                                                       

Ternura abierta
                                    como pozo sin rio logro llamarte en mi nombre;

 detuviste al mundo para alertarme de lo culpable que él es, por nunca poder él enmendarse                 por amores,                    por errores.
                                                                
    
  Haz dejado en mí el brote;  el cobijo del pobre.

 La celebración del miserable al escuchar de su nuevo milenio el agradecimiento de un viejo cuerpo
                                                                
                                                                                                   a tu pies cae  la humildad entera

por tu rostro 
                                 te menciono serenamente  invaluable.


Nunca ningún consuelo había entendido de tanto, sino hasta hoy que devastado dejaste flores en honor a la perfección que sólo tú atesoras con celo y esplendor; ocultas para ojos ajenos, enteras para la vida en ti.

Brotes inesperado para mí.

                                           Muro romano.     
             

          Nunca has caído en mi vientre a pesar de siempre atesorar en él. Te volcaste por completo sin dejar color en ti. Hemos sido carne, sorpresa, desdén y raíz.

                                                                              
 Te debo los árboles que podaste en mí.

 Eres inmensa luna para Marte.

                                           
                                 Haz atesorado de mí en la ínfima y sagrada tierra fértil.


Cincuenta veces puedo morir y  de las mismas
                                                                    
                                                                     te querré siempre un tanto más.



















                                        

lunes, 3 de diciembre de 2012

Del por què las terapias son una hoja seca de otoño.


Falda liviana, medias nuevas que moldeaba sus piernas con elegante sugerencia, de ahí su  gusto por ellas. Zapatos ligeros, muy silenciosos. El grito y la apatía del chofer del auto de atrás. Sonriendo sabía que esperaban por ella. Se le estaba haciendo costumbre andar por las calles con su cabello en vuelo, su ropa noble y su andar juvenil. Le confundían siempre con una de veinticuatro. Entra, te llevo. En qué estaba pensando, si recién dieron el pago el miércoles pasado, mira que sacrificar así a lo bruto tu tiempo. Se había hecho ya a la idea de caminar los trece bloques. Acompañada del silencio de la noche, del nuevo clima y esa ropa tan cómoda. Si no fuera porque en mi casa mi perra espera dejaría que la luna dialogara conmigo aunque lleve esta prisa. Sube por favor, hasta donde vas. Hasta la línea fronteriza; pero igual no se preocupe de verdad. Sube tengo que hablar contigo. Con la confianza que surge del agrado entre dos amigas, al minuto estaba ya acompañándola en el lado delantero del auto. Pero si eso lo sé. A ciencia cierta sé que tengo una relación con Dios creo en el diálogo que escucho de él hacia lo vivo, eso sí lo entiendo (hablando con ella sobre esto que al mismo tiempo pensaba en la importancia de la tolerancia, pues en el fondo estas personas cristianas tan educadas y elocuentes, por lo menos se toman la molestia de hacer favores a otros, y a leer fervientemente biblia; la lectura celosa siempre traerá caminos de locura o serenidad, la poesía y la reflexión gobiernan por su parte a la vida).  
Lo que es más verdad, es que no deseo tenerlas cerca (referencia a dos personas). La cita verbal de la importancia del perdón hacia los demás y la entrega que debe de tener el ser humano con la Fe. Lo que sí le había interesado fue el noble contacto que le había hecho a su hombro al tocarlo. Corriente de agrado, y miró así con atención su nariz abundante, su cabello bien proporcionado, su ropa elegante y sencilla pero sobre todo, el volumen y el doble discurso en su voz: un edificio de roble; la musicalización de un espíritu sabio, con el sabor de uno clásico. De esa violación que te digo, nació mi hija de treinta anos y para colmo, al enterarse de eso mi padre quiso violarme. Me estaba pudriendo, creía que siempre hablaban de mí, en todo veía el mal. De eso ya hace mucho tiempo pero el escuchar tu historia me hace querer decirte que proporcionar el perdón imponiendo sabiamente los límites al agresor te dará un clara y coherente relación con la vida. ¡A brillar!
 Esta sensación total de intuir un enorme potencial de ser por igual distinta en y ante ella misma, inventiva en el mismo cuerpo, esa ligereza de escucha lo que el huracán anuncia sigilosamente. Todo en el mismo cosmos. La luna tomando su curso; este día atractivo. No llores por favor, no llores. Es por que te llamé la atención por no prepararte; ya eres adulto y sabes cómo debes documentarte y estudiar. Discúlpame por favor, no llores así. No, no eres tú. Es mi esposo que está enfermo de depresión. A todo le tiene miedo, al fracaso, al cambio, a la pérdida; a  equivocarse,  a que lo rechacen; al exceso de trabajo. Y a nadie le digo sobre esto. Ni me muestro así porque si yo expusiera la realidad de lo que siento todo se pone caótico, extraño, y volvemos al recuerdo de cuando mi hijo casi moría en el accidente, por otra parte, estamos viendo a mi sobrino morir sin saber por qué. Mi hermana no sirve para este tipo de situaciones es mi sobrina de treinta cinco la que toma las decisiones porque mi hermana ya no le queda casi nada de juicio. No llores, lo bueno por decirlo de alguna manera es que mis exigencias ayudaron para que confiada me dijeras lo que te pasa. Haría un tapete de flores para ti si tuviera una barita mágica. Abrazada se despidió apresurada y salió dejando su aroma a rosa marchita. Cómo tratar, por otra parte, a este otro hombre intolerante, mañoso y actor. Es su modo de vestir; casi siempre para mi suerte, está de buen humor. Sus comentarios fuera de lugar, su mirada de que te daría por todas partes; su vanidad tan pero tan mal fundada. Cómo hago para que este hombre entienda que mi trato con él es sólo estrategia para no tener ningún lio con él; ningún asunto extraño en el trabajo, ambiente que su vanidad errada le hace creer que él domina prominentemente. Porque si algo había aprendido en sus terapias con Rosita era que el respeto se imponía elegantemente pretendiendo, o mintiendo ser protagonista diciéndose que uno es valioso e importante para así al final, llegar a creerlo con tal convicción hasta proyectar eso en la realidad. Y todo para que lo tenga que aplicar frente a un cabròn. Reforzar la inconclusa dependencia de tener un maestro que impone sus cátedras en tu propia inventiva de individualidad: Porque ese era el verdadero problema de la presencia de ese tipo: la obligaba a mentir, haciendo así una colaboración para su propio bienestar. Eso jamás lo aceptaría con maestría o gobierno. Porque esas terapias pasadas con Rosita, con gente desconocida o incluso, con personas con la que trabajaba o colaboraba eran todas reuniones, conquistas y coqueteos al permitir que esa terapeuta sublime y prudente estuviera de visita por temporadas invaluables, cortas o largas. Su lucidez la llevaba a permanecer en su gran habitación de existencia para y no evadir por su puesto así el miedo a su naturaleza múltiple en potencial y personalidad; ya no estaba asustada de descubrir la ilimitación de su peculiaridad, eso era una mentira. Pintaba sí, sabiendo que podría a partir cualquier viaje en su presente; había evadido la plenitud sin razón aparente, es más lo había decidido sólo por aburrimiento. Como emprender los caminos de las pasiones que supuestamente en ella conocía, era todo un juego, una burla a sí misma. Un entretenimiento más. Había reconocido en la mujer cristiana la ambición mutua, ambas se hacían bien. Era ya una relación de deliciosamente distorsionada. Una se permitía ser la pauta de su progreso y la otra encantada le exponía todas las mentiras que se le ocurrían referente con su vida familiar para convencerla de que todo podía pasar por el cosmos del entendimiento. Porque en ella la sola reacción consciente  de tener la oportunidad de exponer su soltura ante la vida era ya una hazaña favorable y sobre todo, única entre las dos. Me escuchas, te pago con algo y aprendemos de ambas. Era un trueque malvado disfrazado de simpatía. 



Foto adquirida del muro de facebook Vicente Luis Mora.