De
nuevo atentada por las reglas de una familia convencional y alterada. Pero
si es fácil de entender, mira confío en ti y queda entre nosotros. Como te
quiero, puedo decirte lo que
creo, así que de algún modo
la orfandad que compartimos te duele menos a ti que a mí. Pero a quién diablos
le interesa tu opinión si aquí la que tiene malas intenciones eres tú. Ni
dinero tienes, ni un buen trabajo, mucho menos podrás tú aconsejar si siempre
anduviste por la vida sola y haciendo quien sabe que cosas. Qué vas a saber
bruja asquerosa. Lo había entendido, por fin se había dado cuenta que si
permanecía cerca de esa escuela terminaría por dejar de ser fiel a sí misma y
que en realidad sabía que ese tesoro que poseía no le pertenecía a nadie sino
al preciado derecho de amarse así misma, aún sabiendo que nadie le enseñaría
semejante peligro. Que de malo habría en establecer una vida íntegra, sólida;
abundante, con valores desconocidos al parecer por esas tres generaciones
familiares. La amabilidad, la cordura; el amor al conocimiento; la ruptura con
la vieja escuela emocional. La de juzgar; manipular dejando así de amar.
Lo que ella reconocía como la habitual desconcentración.
La vida para ella tenía un rostro distinto. La familia no podía estar formada
de falsedades; bandos, mentiras; irresponsabilidades, hipocresías, delicadeces,
desagrados, vanidades. Locuras, reclamos o conveniencias. El concepto familia
no existía para ella, pero sí la intuición y sabiduría de lo que no debía ser.
Se le había lógicamente, desmoronado inicialmente la belleza innata de lo que
sustenta y forma a la esencia de la familia; los muros, la invención misma, sana
y relevante; el sentido humano, frágil y dulce; estable y con limitaciones
innatas más no decadentes. Nada de esto estaba ahí. Su identidad estaba ya
mágicamente programada a algo más sublime; íntimo, sabio. Ocupaba de una nueva
y tajante vida en inventiva. Estaba ya casi todo preparado; algunos años
fracturados, una profesión con base; aún juventud y sobre todo, mucha
credibilidad y coherencia, todo lo necesario para no seguir conformándose con
lo que era increíblemente ajeno a ella. Extraño a su naturaleza imperfecta. Era
a estas alturas no una aventura su vida, sino una seria maqueta arquitectónica
en donde cada pieza no podía ser ignorada. La incriminación de todas sus
verdades por fin, habían encontrado la voluntad y la armonía en tan preciado y
abrumado atrevimiento. Acudía por susto a estrategias ridículas e insultativas
a su inteligencia sabiendo que dicha voluntad era su santo predilecto. No le
rezaba, pero le mantenía una fiel devoción que entre silencios y rebeldías
adquirió un rostro, con el tiempo, noble; un cabello sedoso y un cuerpo con
perfecta armonía, en parodia y amor con el suyo. Eran su santo y su realidad,
sus deberes y su coherencia blanco perfecto al acecho de un herencia sucia e
incriminada. Sabía sin embargo que lo que ella en su momento consideró una
pérdida de tiempo en realidad había sido justo y precisamente todo lo
contrario. No había creído tanto en su vida, sino hasta ahora, que justo arrancaba irónicamente con todo su
hacer, activo.
En
importantes ocasiones acudía a su memoria: La violación aquella; la
vulnerabilidad que le había causad. Tratò de encontrar un lugar seguro. Se dio
de baja un semestre universitario y viajó a casa de las tías. Un par de
caminatas; la reunión con una amistad masculina, sincera y tranquila. Una
prueba negativa de embarazo encontrada y rápidamente un tren de regreso. No
sabía qué pensar. Bueno, debe ser que el muerto y el arrimado al poco tiempo
apestan. Las miradas de repulsión y rechazo las había descubierto entre
silencios; expresiones de falta de humildad y sobre todo, entre las
alteraciones de los errores que ella no reconocía. Lo importante hasta ahora era
su sentido común, camuflajeado de incredulidad. Reconocía que su malicia era
necesaria. No para actos negativos tomando ventaja de los estados de la
personas sino simple y sencillamente para dar honor a su sutil ambición de
amor. De cambio; no se veía discutiendo entre familia: mucho menos
estableciendo esas dinámicas como fuentes de vida. No era malo reconocer el
patrón de tres generaciones, era desconcertante no encajar en él. Ahora vestiría no caderas
amplias como las de sus tías. Engalanaría su ser al comienzo, de un nuevo
impulso creativo. Una orden policial de restricción contra la que más
envenenaba. La firmeza de mantener el temperamento de enfrentarse sutil y
oficialmente al enojo de una mujer endiablada y una generación de tres décadas.
Buenísimo. Es de esos textos que da que pensar...¡y mucho! "No era malo reconocer el patrón de tres generaciones, era desconcertante no encajar en él". El choque de la familia como unidad -la familia a la que "se pertenece"- con la de la familia como suma de individualidades unidas por un potente lazo, pero no necesariamente por una cultura particular. Y todo ello plasmado a traves de sentimientos, poderosos sentimientos muy bien reflejados. Te superas.
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