domingo, 22 de julio de 2012

Herencia, genética accidentada.


De nuevo atentada por las reglas de una familia convencional y alterada. Pero si es fácil de entender, mira confío en ti y queda entre nosotros. Como te quiero, puedo decirte lo  que creo,  así que de algún modo la orfandad que compartimos te duele menos a ti que a mí. Pero a quién diablos le interesa tu opinión si aquí la que tiene malas intenciones eres tú. Ni dinero tienes, ni un buen trabajo, mucho menos podrás tú aconsejar si siempre anduviste por la vida sola y haciendo quien sabe que cosas. Qué vas a saber bruja asquerosa. Lo había entendido, por fin se había dado cuenta que si permanecía cerca de esa escuela terminaría por dejar de ser fiel a sí misma y que en realidad sabía que ese tesoro que poseía no le pertenecía a nadie sino al preciado derecho de amarse así misma, aún sabiendo que nadie le enseñaría semejante peligro. Que de malo habría en establecer una vida íntegra, sólida; abundante, con valores desconocidos al parecer por esas tres generaciones familiares. La amabilidad, la cordura; el amor al conocimiento; la ruptura con la vieja escuela emocional. La de juzgar; manipular dejando así de amar. Lo que ella reconocía como la habitual desconcentración. La vida para ella tenía un rostro distinto. La familia no podía estar formada de falsedades; bandos, mentiras; irresponsabilidades, hipocresías, delicadeces, desagrados, vanidades. Locuras, reclamos o conveniencias. El concepto familia no existía para ella, pero sí la intuición y sabiduría de lo que no debía ser. Se le había lógicamente, desmoronado inicialmente la belleza innata de lo que sustenta y forma a la esencia de la familia; los muros, la invención misma, sana y relevante; el sentido humano, frágil y dulce; estable y con limitaciones innatas más no decadentes. Nada de esto estaba ahí. Su identidad estaba ya mágicamente programada a algo más sublime; íntimo, sabio. Ocupaba de una nueva y tajante vida en inventiva. Estaba ya casi todo preparado; algunos años fracturados, una profesión con base; aún juventud y sobre todo, mucha credibilidad y coherencia, todo lo necesario para no seguir conformándose con lo que era increíblemente ajeno a ella. Extraño a su naturaleza imperfecta. Era a estas alturas no una aventura su vida, sino una seria maqueta arquitectónica en donde cada pieza no podía ser ignorada. La incriminación de todas sus verdades por fin, habían encontrado la voluntad y la armonía en tan preciado y abrumado atrevimiento. Acudía por susto a estrategias ridículas e insultativas a su inteligencia sabiendo que dicha voluntad era su santo predilecto. No le rezaba, pero le mantenía una fiel devoción que entre silencios y rebeldías adquirió un rostro, con el tiempo, noble; un cabello sedoso y un cuerpo con perfecta armonía, en parodia y amor con el suyo. Eran su santo y su realidad, sus deberes y su coherencia blanco perfecto al acecho de un herencia sucia e incriminada. Sabía sin embargo que lo que ella en su momento consideró una pérdida de tiempo en realidad había sido justo y precisamente todo lo contrario. No había creído tanto en su vida, sino hasta ahora, que justo arrancaba irónicamente con todo su hacer, activo.

En importantes ocasiones acudía a su memoria: La violación aquella; la vulnerabilidad que le había causad. Tratò de encontrar un lugar seguro. Se dio de baja un semestre universitario y viajó a casa de las tías. Un par de caminatas; la reunión con una amistad masculina, sincera y tranquila. Una prueba negativa de embarazo encontrada y rápidamente un tren de regreso. No sabía qué pensar. Bueno, debe ser que el muerto y el arrimado al poco tiempo apestan. Las miradas de repulsión y rechazo las había descubierto entre silencios; expresiones de falta de humildad y sobre todo, entre las alteraciones de los errores que ella no reconocía. Lo importante hasta ahora era su sentido común, camuflajeado de incredulidad. Reconocía que su malicia era necesaria. No para actos negativos tomando ventaja de los estados de la personas sino simple y sencillamente para dar honor a su sutil ambición de amor. De cambio; no se veía discutiendo entre familia: mucho menos estableciendo esas dinámicas como fuentes de vida. No era malo reconocer el patrón de tres generaciones, era desconcertante no encajar en él.   Ahora vestiría no caderas amplias como las de sus tías. Engalanaría su ser al comienzo, de un nuevo impulso creativo. Una orden policial de restricción contra la que más envenenaba. La firmeza de mantener el temperamento de enfrentarse sutil y oficialmente al enojo de una mujer endiablada y una generación de tres décadas.


1 comentario:

  1. Buenísimo. Es de esos textos que da que pensar...¡y mucho! "No era malo reconocer el patrón de tres generaciones, era desconcertante no encajar en él". El choque de la familia como unidad -la familia a la que "se pertenece"- con la de la familia como suma de individualidades unidas por un potente lazo, pero no necesariamente por una cultura particular. Y todo ello plasmado a traves de sentimientos, poderosos sentimientos muy bien reflejados. Te superas.

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