Entrevista (la dialéctica de escribir).
Tres
maletas, solamente una roja; una pesada y otra aligerada por documentos de
extrema importancia. Era el conductor de radio el que la ponía de tan mal
humor. Que no lo soportaba decía, porque no decía nada inteligente. Intolerante
eres, no de verdad mira si prestas atención te podrás dar cuenta que hay
infinidad de programas televisivos llenos de porquería, de conversaciones sin
sentido y lo peor, les recuerda a las personas que tienen mucho tiempo para
seguir perdiéndolo como si no costara nada tenerlo o usarlo dignamente, para mí
es una ofensa eso que tal ves para nadie lo sea. Se quedaría con dos gabardinas
predilectas, alguna blusa elegante y su ajustado y siempre oportuno jeans
aterciopelado. En disciplina con su vida y su persona desde hacia más de seis
meses. Zumos de verduras combinadas con fruta y un poco de agua
aligeraban la concentración. Ejercicio moderado, dieta rigurosa y sabia, al
final le recordaban que la autodisciplina era el camino que por ahora, era
parte de una vida cotidiana y productiva que más que alivio, le producía una
aliada y creciente alegría. No era culpa, no más bien un peculiar agrado por
cuidar y vivir de esa satisfacción. Nadie le había enseñado que sorpresivamente
la autodisciplina pudiese generarle tal bienestar. Reescribir en su cerebro
siempre enumerando prácticamente sus prioridades diarias, eran parte de un
preciado autorden ahora ya maduro. No debía educare, pues sabía que esa
urgencia nunca sería del todo satisfecha por ella misma, le faltaban idiomas
por conocer y dominar; cursos de cocina y un doctorado por comenzar y concluir;
por otra parte, le quedaba un ser amado discreta y certeramente pensaba educar
con el entusiasmo de un presente amor. El resto, la lista que daba directriz a
su vida estaba compuesta del compromiso con su natural impulso de la formación. Y no de escritora, no, pues
el intentar serlo le limitaba el profundo respeto que sentía por el amado mundo
literario. Había decidido ajustarse ante la vida, su vida, metiendo en las
valijas la infinidad de estructuras que su cabeza había absorbido a lo largo de
una vida silenciosamente arraigada a los sinfines de agudas sensibilidades. No
era el nombre de sus autores predilectos los que la seducían, sino las
arraigadas fidelidades que sentía por aquellas pretensiones poéticas, sí, en
efecto. Cursimente se había enamorado de muchos poetas, sobre todo, de esos
oscuros agudos que poetizaban sus raras existencias. Eso era, al parecer lo que
ella más amaba de sus lecturas; la inconsciente intención de esos seres por
humanizarse, exorcizarse, pues ella firmemente creía que por muy transparentes
que pareciesen esas poesías había siempre en ellas un coqueteo celoso a la
muerte. De eso estábamos hechos total, el mundo entero. De la dialéctica casi
siempre para ella perfecta. Los que nos decimos actuar humanamente podíamos
pensaba ella, por lo menos justificar el intento considerando nuestra natural
condición humana con tendencia a la miseria y a la desolación. Lujo era pensar
que lo fuéramos en el mejor de los casos. Eran esas las respuestas que daba en
las entrevistas. Díganos por favor, qué le motiva a escribir. Nada, la verdad
escribo para no volverme loca o neurótica, para mí pensar es un infierno. Y lo
convierto en el peor de los purgatorios si no le doy una sabia función. Cómo…
en serio, eso le pasa. Y te digo más, comencé a escribir para purgarme, para
desintoxicarme: estaba envenenada por todo y no lo podía controlar, no
contaminada en términos adictivos o de odio sino de miedos, unos tan sabios y
encegecedores, como la noche misma. Esos miedos terminaron. No, se
tranquilizaron pero a decir verdad, mi máximo temor es reconocer cualquier
potencia que pueda ver mi sensibilidad, o la que està en mi inconsciente, porque
no soy de fiar. Usted, pero si nos parece una personalidad fuerte y definida. Y
que, eso no me hace confiable, en nadie deberíamos fiar porque somos más
complejos y radicales que la predilección del diablo mismo. Me sorprende con
sus respuestas. Por qué. Porque me arreglo el cabello, te sonrío y me cuido la
dentadura. Y sobre su educación tan variada; qué nos puede decir; ha influido a
sus novelas. No, la verdad no, lo que le ha dado un poquito de dialéctica a mi
literatura es el hecho de ser consciente de donde provengo. Veo que en los
medios mientras más mienten algunos sobre su trayectoria más son realzados y
nada que ver. Para mi lo mejor de escribir es saber que siempre tuve la
libertad de decir la verdad y también de mentirles con refinada gracia, y no
sólo por excesiva naturalidad; mi psique es más compleja que todo lo que les
comparto, es más nada es lo que les comparto, con lo que es mi realidad como
ente existente, y eso es irónicamente lo que me encanta de vivir. Esa es la
verdad, de algún modo, y te lo digo sin presunción, los escritores somos un mal
necesario. Nadie nos necesita literalmente hablando; pero los humanos vivimos
por igual de especulaciones y escribir al final, da por igual, un orden sensato
de lo que a uno le ocurre (si así lo desea uno), es en extremo limitado el ser
humano: mucha razón y pura incongruencia, de eso nos arraigamos los escritores,
aunque todos siempre pretendamos convencer que son por factores
interesantísimos por los que escribimos, no es así, eso es mentira, servimos
para dar ilusión, para no dejar que las mentes se conviertan en criminales, en
este nuestro común de la sociedad, y sobre todo (esta es mi parte favorita):
para que se sientan a salvo cerca de un espejo en donde seguro se pueden ver o
proyectar sin atreverse siquiera a reconocerse. Lo peor de la naturaleza
humana, es precisamente su complejidad; con un largo lapso transcurrido, me di
cuenta que perdía el tiempo queriendo siempre entenderla obsesivamente, fue así
como decidí escribir como hábito formativo. Como yo, hay millones de
escritores que de nada sirven; y los ha habido en la historia que han apoyado
la idea de generar en la sociedad una ilusión, para poder seguir creyendo un
poco en nosotros mismos, ilusoria y banalmente. Los genios de nuestra historia,
han sido necesarios y lo mejor de todo, es que algunos han sido algunos
rufianes; locos, o algunos maravillosamente desequilibrados y competitivos, e
irónicamente aparecen ahí, en libros universitarios expuestos en grandes
estandartes cuando en la actualidad andan genios por igual, dignos de mención y
nadie los nota, ni observan, mucho menos aprecian. Que son estos pelafustanes
sino seres sin valor (dice la sociedad con su mirada inquisitiva e hipócrita).
Usted entonces nos considera falsos. Sí y mucho, y eso no tiene nada de malo,
lo verdaderamente dañino pertenece a otras cosas. Ya lo creo, pero eso no nos
interesa, mejor díganos cuáles son sus influencias. Te puedo decir que sería
lindo que leyeras los libros e intentaras junto conmigo descifrarlas. Pero te
voy a contestar porque ellos fueron muy dignos conmigo. Tuve la fortuna de
tener profesores respetuosos y sobre todo, cultos y muy amigables, que mejor
influencia que ellos. Ellos enriquecieron el gusto por mi inquietud por conocer
el mundo de las letras sencilla y coherentemente. Nos hacían leer mucho; en mi
caso, me permitían escribir libremente sin formatos del todo estructurados,
propios algunas veces, de las materias. No, lo único que me pedían eran que
respetara los textos leyéndolos todos, y después de eso, tenía la
libertad de exponérselos del modo que quisiera y era ahí donde se incluía lo
divertido. Por otra parte, más atinada mi respuesta a tu pregunta, te podría
decir que la mejor influencia en su momento, fue la filosofía griega, la creo
de radical importancia: no se puede expresar si no hay substancia y para ello,
primero debe uno ir un poco a los orígenes de nuestro pensamiento occidental.
Si te fijas, los grandes pensadores de mitad de este siglo, tienen siempre
influencia de los primeros pensadores, siempre y si son decentes, presumen de
ello. Por otra parte, adoro y me encantaba leer sobre corrientes filosóficas y
la literatura de vanguardia. Y como son sus lecturas. Variadas, y algunas
veces me funcionan al darles un orden dependiendo de las demandas de trabajo
que tengo en el momento; cuando algo me aburre desde el principio siempre lo
abandono, pero para ellos siempre comienzo a la par con más de dos libros y
termino quedándome con el que me enganchó instantáneamente. Y que piensa usted
de los escritores de su generación. No puedo opinar sobre eso. No pertenezco a
ninguna corriente intelectual, es aburrido y limitante, prefiero a la gente que
hace su oficio libremente por puro amor y por posturas o vanidades banales
siempre y cuando éstas, sean sólo una proyección y no una esencia, creo en la
camadería pero no en la amistad filial entre colegas, del mismo sexo sobre
todo. A los escritores nos encanta hablar de nosotros mismos, en eso sí estoy
de acuerdo con Woody Allen. Recordemos que los seremos humanos somos complejos
e idiotas. Yo adoro conocer personas, pero no me gusta pertenecer mucho a
grupos determinados. Cambio mucho y mis valores no están del todo estructurados
a la perfección, por fortuna. Y sobre la literatura femenina que piensa. Nada,
que me gusta. Mucha de ella me aburre pero eso no significa nada, me aburro
incluso sobre todo, de mí misma; no hay nada peculiar en mí, vivo conmigo mucho
tiempo y eso te lo puedo confirmar. Yo requiero eso sí, de fuertes filosofías, muy
profundas, vengan estas de donde vengan. Esas sí son mi línea. Hay sin embargo
muchas pensadoras que admiro, más de diez sí. Y las que me quedan por
conocer. Bueno cariño espero no me tomes nada a mal, pero prefiero darle lugar
a esta entrevista a alguien que merezca ser reconocido como bella figura. Un
beso a todos y gracias por su tiempo. Por último, que piensa sobre…