lunes, 13 de agosto de 2012

Seducción; burla.

Nunca se le había ocurrido abusar del atractivo que poseía porque lo creía una condición pasajera, pues su sonrisa no la tenía nunca segura, mucho menos un cuerpo atlético. Era linda sí, pero sólo por una coincidencia agradable para ella, más no. Habían pasado un par de años y sus primeras etapas de juventud; los treinta bienvenidos; ahorcados por desordenadas responsabilidades, el alivio de haber madurado. Sus canas rizadas y su cuerpo exigían ya una dieta constante. Recogiendo los pedazos en vidrio del alma, pensaba constantemente en la tempestad sin fecha, ni lugar, ni nombre. Había entrado en una dimensión sin espacio, y sin peso. Pero por qué diablos se le había ocurrido seguir su nostalgia familiar como si con ella hubiese encontrado fuerza, sino lo contrario conoció de verdad muy de cerca a la miseria. Su capacidad de verles detalladamente filtraba su corazón; aptitud opacada. Nombrarles cada día se convirtió en un tormento absurdo, innecesario y estresante. Sabía que pertenecía a un lugar verde; azul por el frío. Un lugar donde su inteligencia crecería ampliamente con natural estímulo de la salud. Sabía que su labor en la vida no radicaba en hacer creer su valor existencial, eso había sido en su niñez. Pensó inconscientemente que esa creencia al final podría mostrarle el rostro del amor; el reconocimiento de su valor. Los que creyó eran ellos los seres más importantes de su vida, sus padres. Después de conocerles en su vida de adulto, sabía que nada tendrían ellos poder. Su lazo nunca había sido nombrado, ni reconocido. Había sido un accidente. Irónicamente su resplandor le pertenecía a ella y a la oportunidad que la vida misma le daba para brillar sin necesidad de pertenecerles. Su simpatía; la belleza que se le había proporcionado no sólo físicamente. Había en su  mente; en su natural condición humana una liviandad enmarcada por una rebeldía que siempre supo manejarla. Pese a algunas densas consecuencias que de estas había tenido aún así, no sentía que fuera maldad, un desorden o un desequilibrio. Por el contrario, era una gran atenuante de su naturaleza. El cuestionar todo era en algunas ocasiones cansado para otros, más nunca para ella. Es más, le parecía extremadamente divertido el desconcierto que les producía. La apreciación que había mantenido durante toda su juventud a través de su cuerpo formado, delgado o bien proporcionado, no le daba ningún atenuante. Lo que ella gustaba era seguir viendo su libertad a pesar de las delicadas atenciones que su presencia física siempre había compensado.

Ironía;  en algunas ocasiones había sido molestia por no adquirir algún trabajo de su interés, pues no faltó el hombre que le veía más su cuerpo o sonrisa, que sus atributos intelectuales. El de su cintura encajada. Lograba eso sí la delicia y algunas llanezas como el pase de su caminar en lugares transitados; incluso, la lectura de sus textos sólo por sus simpáticas fotografías. De joven, le estorbaba eso. Pues no quería ser vista sólo como rostro amable o apreciable. Odiada; tenía la expresión "de eres muy  guapa"; no pareces de tu nacionalidad; pareces tener sangre negra. Tenés una belleza exótica, idioteces trilladas  sin importancia ¿Qué pasará el día que será apreciada como una decente y libre pensadora? Creía estar preparada para esa ocasión y en el fondo sabía que era un anhelo ingenuo pero muy factible. Por lo pronto, había expandido un espacio para redactar sus revoluciones. Tendría que ser una casa con tres, cuatro habitaciones. De colores con clase. Con cuadros que simbolizaran de algún modo todos los amores que entre ellos yacía. Se enfrentaba a ´´ para que tengas una casa así tu conducta debería ser  otra´´. ¿Cómo; que ella debería ser qué cosa? Lo descubriría cuando esa pared comenzara a tener peso auténtico en su actualidad. Por ahora, sin tempestades libremente la imaginaba. Blanca, azulada; con presencia. De ventanas largas, con cortinas transparentes. Con jardín con piso.  Había tenido caprichos muy extraños. Incluso para ella. Más nunca los había concebido como defectos ni locuras. La sabia serenidad de creer que corriendo nada importante se arreglaría. Su siempre disponibilidad para la imperturbabilidad; en el fondo otro rostro de aceptarse ampliamente.

Eran dos, dos seres que conformarían sus vidas junto a  la de ella. Su credibilidad ante sus rostros de rebeldía no tendría más sentido a menos que aprendiera a seguir haciendo de ella una majestuosidad en lo que ordenaba. En lo que enaltecía. Ser una mujer importante para dos seres no radicaría en fuerza, ni en belleza, incluso ni en elección. Aunque tuviera ella la certeza de que ambos la hayan elegido sabía que el impacto de la vida que generaría al lado de ellos produciría en sus psiques una importancia relevante. Ya no era un alma sola  a punto siempre de explorar las maravillas de una vida en conocimiento. Era ya su libertad una valiosa educación que podría heredar y sobre todo, compartir. Conocería sí. Incluso, podría seguir comprometiéndose con su amor al conocimiento sin dejar de lado que su vida era ya compartida. Y no mas, sólo procesada. Sus miedos se habían amontonado como ropa sucia. Sus alegrías se veían enmascaradas en su mismo interior. Días en los que suicidaban sus tempestades en libertad ahogándolos en la tina del baño o la del dormitorio para que así sus ruidos no llegaran a odios ajenos. Lloraba sudada de calor, de impotencia por haber permitido que gente de su pasado pudiera cumplir absurdamente su rol en espera de ser aceptada. Amada. Ya no tenía tiempo para más oportunidades jamás aclamadas. Partía con la fuerza de generar una vida que no siempre ya tendría que entender a la perfección más sí embellecerla reconociendo sólo en voluntad a sus cualidades  y defectos, con eso bastaba. No había temor al error. Mucho  menos al desamor. Podría ya correr kilómetros con sus pies deshechos. Sudar, maldecir y amar sin deberse una lágrima por ello. Su contrario, sería ya inmensamente feliz pese a los dibujos sin color. Conocería de nuevo un acontecimiento, experiencia en su presente sin andar hurgando más en el  estorboso pasado. Su identidad no era nombrada con majestuosa fidelidad, sino una sencilla formación que no dejaría de tener su peso, más si dejaría de a poco, el gran sitio que ocupó en su vida de añoranzas. No buscaba más agradar; exigir, acusar. Ganó su batalla, pese a la extraña sensación de pesadez. La bandera blanca la ancló en su interior para recordarse que su deber era ya ir más allá de sus solas imperfecciones, errores y batallas, fuese todo esto invisible. Jamás podría su interior dejar de mencionárselo cada que convivía con ella: al pintar las pestañas, al limpiar su bolso, al abotonar las camisas que tanto gustaba, al enrizarse su cabello detalladamente. Al oler su perfume frío pues lo mantenía en el refrigerador. Las borrascas eran cosa del pasado; las amuralladas montañas de tierra caliente al caminar seguían siendo pese a su declarado desagrado, aún sus aliadas. Su tolerancia y vergüenza no merecían ser vistas por nadie. A pesar de ello  los cielos, las nubes nuevas no dejaban de susurrarle su nombre, sus nombres. Su taza de café no dejaría nunca de pertenecer a los suaves paseos de la nostalgia. Lista estaba para dejar de vestirse y andar por la vida desnuda, atenta, aferrada y navegando por los dulces mares que su reconciliación le permitían conocer. A pesar, muy del todo, de las seducciones que pudo haber vivido y de las que pudo haber abusado fervientemente. Hombres enfermos, hipócritas; parientes alterados o, apatías declaradas. Lazos rotos. Y una fuerte briza que había cambiado los colores de esas tempestades. Nuevas ciudades, nuevos amores y dos hombres que pertenecerían a su intimidad por más de un par de años.



1 comentario:

  1. Muchas veces encuentro en tus textos alusiones a la "nueva vida", a la ruptura con el pasado. Una ruptura que no separa etapas vitales sino, podría decirse, que separa dos culturas, dos formas de vida y, de alguna manera, la nueva excluye a la antigua. En cualquier caso, lo grande es como lo expresas, la rotundidad y la claridad con la que retratas sensaciones y sentimientos. Es un placer leerte. Como siempre.

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