domingo, 19 de agosto de 2012

Bastarda


La tan esperada partida. En casa, todo estaba cubriendo menos espacio. Los libros pasarían a formar parte de unas manos y ojos de un caballero que sabía cómo cuidar de ellos. Las fotos, algunas pasarían a formar parte de la casa de la única amiga que quería como si fuese hermana. Los recuerdos ya tenían una orden. Los paseaba ya envueltos en su cabello rizado y en algunas ocasiones los colocaba en una caja pequeña, dorada. Estaría de nuevo contenta en su tan preciada experiencia pese a los riesgos. Sentada ante la mesa, le dio por hacer la tan querida señal que de niña en tantas ocasiones mostró al mundo su natural capacidad de honorificar libremente su gusto por la libertad. Un recuerdo que cayó de un rizo. Ese gesto al comienzo de cada ronda era un cuadro de alabanza incluso para la vida misma. Sus brazos extendidos a sus lados, expulsados por el elegante movimiento de apertura hacia y para el cielo. Era su parte favorita, incluso de mayor predilección que la libertad acariciando su cabello en vuelo. Años formando parte de esas clases como gimnasta y nunca había suplantado ese placer. Incluso, superaba la desdicha de ser niña y de ser ignorada. Entre la autoridad manifestada por los adultos y el inexplicable placer de dar independiente honor al atrevimiento y el placer que le producía su amor a la libertad. Era  un acto que producía respeto, la miraban, la admiraba, pero sobre todo, ella podía ser protagonista de un amor que sólo ella entendía. No era cuestión de competencia, era un asunto de saber volar al atreverse a casi elevarse sin tener alas. Su entrenador tenía como era evidente, favoritas pero eso ni le importaba, es más ni la opinión de este, pues más que entrenador su evidente amabilidad era siempre una constante que por ello era su amiga más que una cualidad. Podía contar con ella, en tanto la dejaba de ver como cualidad. Su seguridad de formación ante él no demandaba casi nada, sino por lo contrario, sólo lo que en ella sobraba: clamor al derecho de ser libertad. Placer, en el fondo amor. Eso recordó, cuando una de sus visitas decía a dónde vas ocasionas problemas, nada respetas. Entonces la invitó a explorar en el cajón: mira ven, te mostraré algo. Sin importar que nada entendiera. Sabes por qué quise tanto a esta persona, porque no pretendía nada en mi vida, sino sólo cuidar de mí, desde entonces supe de la importancia que tendría en mi vida. Artesano en tierra cirgen.  A pesar de su infidelidad, sabía serme leal. Hay diferencia entre ambas, y acá no encontré nada de esto. Ni una cosa ni la otra. Tenía más razones para irse que para mentirse. Los amaba irónicamente y pese a sus percepciones, siempre lo hizo con tranquilidad y sin pasión; a distancia y sobre todo, entre gestos silenciosos; honorables como los que conoció a la edad de seis a nueve.

Imagen adquirida del Film Perro Andaluz.

No hay comentarios:

Publicar un comentario