viernes, 29 de junio de 2012


No podría fallarle esa corbata, era mujer: una joven y radiante mujer de brillantes ojos. ¿Cómo la ciudad le negaría algo? Si era dueña de ese frio. De  esa nueva y tan esperada experiencia. La ciudad corrían de prisa, su interior solo recordaba que era importante verse elegante, parecer gata; podría ser hasta ahora su mejor idea. No podría más aceptar a nadie de su ciudad, de su pasado, pues deseaba tanto compaginar con esa sed de pertenecer una vida, nueva como ella. Pensar que apenas dos años atrás su madre le había sugerido casarse con se bello novio de diecinueve, amoroso y estable. Su sandalia, sus siempre vestidos cortos le hacían sentirse prudente. La luz de los días estabas cubiertos ahora de lluvias. Vivía obsesionada con ellas y con su aroma. Corría por las mañanas de rodilla como gata en celo por esa alfombra para poder oler el aroma a dulce tierra. Desde su alta ventana adquiría la satisfacción de recordarse que por fin vivía hospedada en ese nuevo edificio con Rosa, la mujer solterona de la que sin exagerar,  tan bien le habían hablado. No le interesaba, obvio conocerla, sino compartir con ella amistosamente ese dulce departamento con aroma siempre a limpio. Ella sin embargo, a diferencia de Rosa, corría e incendiada con la nerviosa sensación de mantenerse delgada. Disciplinada. Podría de nuevo correr aunque sus defectuosos pies no se lo permitieran. Total, ahora la ciudad sólo sabía de ella su nombre, conocía su largo y rizado cabello; sus ojos oscuros que tan bien compaginaban con las camisas excéntricas que había adquirido del amado closet de su padre. Podría sin duda subirse a esos taxis de ruta que le había mencionado la apática de su vecina. Era eso, su primer día de vida.

Era temprano. Era ese joven sin atractivo pero de andar firmemente elegante, silencioso. Le coqueteaba sin perdón a la mujer normal, de cabello lacio. Eran simples para ella, pero el chico parecía estar dispuesto a algo. Era ese pin de Bach lo que tanto le había gustado de él. Te veo en la cafetería de aquí de la universidad. Sí, sin falta a las once de la mañana. Pero prométeme que iremos a un mejor lugar, este lugar es extraño. Feo, pudieras mejor  mostrarme un poco de la amabilidad de esta ciudad, tú que la conoces.

Leía. Ella apresurada por llegar un poco tarde le vio leer una novela: Drácula. ¿Desde cuándo lees eso? Está interesante. El amor es algo eterno. ¿No lo sabías? No. Supongo que tendré que leerla. Su aroma, el aroma y su ropa siempre azul. Era un restaurante con ventana al olvidado mar. Era un joven que se preocupaba por llevarla a un lugar dónde la comida era vegetariana. Sí. Este lugar es un lugar para ti. Fue su primera insinuación. Tirarle un trozo de árbol en su pecho. A los días, mostró la belleza de la bahía de la ciudad vecina. Y me mostró la casa de su familia.

No hay comentarios:

Publicar un comentario