jueves, 28 de junio de 2012


Era desprestigiarse. Su cuerpo no poseía la liviandad que le daba el caminar por la ciudad. Estaba siempre a solas en un espacio pequeño en donde por las noches podía conocer su diálogo. En la mentira amada de creer que el silencio de la noche le aligeraba las responsabilidades normales de su vida de adulto.  Una salvación, el camino de encontrar religiosamente el trabajo por el que tanto se había preparado. Se daba cuenta, al hacerlo, que el paso del tiempo le había dado la oportunidad de no sólo descansar absurdamente, de las demandas sabias, prudentes y siempre exigentes de la vida. Se veía ya cansada de no parecerse a sí misma. Sabía ya desde algunos meses que la perfección de sus diálogos internos, en el fondo le dictaba el camino. No era algo que pudiera ella comparar con la simple coherencia de llevar una vida sensata y tranquila. No era eso lo que la perturbaba, sino conocerse a través de los riesgos que siempre estaría por conocer por medio de sus decisiones. Lo que más le atemorizaba era saber que todo lo que ella  hacía y decidía influirían directamente en la vida de otros. ¿Cómo?, ya no tendría la oportunidad de conocer la felicidad por medio de la salvación de vivir su libertad con la serenidad de no perjudicar a nadie, y robarle un poco de su excesivo tiempo para seguir generando egoístamente un modo de vida a pleno gusto.  Egoísta era. Triste por sentir esa necesidad.

Deja de dejar todo por la habitación, sin ningún orden. Está acá tu cerebro, tu vientre tirado debajo de la cama y tu entrañas debajo de la almohada nueva. Le decía.

Corría apresurada a dejar un poco su olvido debajo de las sábanas.    

Foto de Pier Paolo. Adquirida del muro de facebook de Rafael Alomar Company.

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