Era desprestigiarse. Su cuerpo no
poseía la liviandad que le daba el caminar por la ciudad. Estaba siempre a
solas en un espacio pequeño en donde por las noches podía conocer su diálogo. En
la mentira amada de creer que el silencio de la noche le aligeraba las
responsabilidades normales de su vida de adulto. Una salvación, el camino de encontrar
religiosamente el trabajo por el que tanto se había preparado. Se daba cuenta,
al hacerlo, que el paso del tiempo le había dado la oportunidad de no sólo
descansar absurdamente, de las demandas sabias, prudentes y siempre exigentes
de la vida. Se veía ya cansada de no parecerse a sí misma. Sabía ya desde
algunos meses que la perfección de sus diálogos internos, en el fondo le dictaba
el camino. No era algo que pudiera ella comparar con la simple coherencia de
llevar una vida sensata y tranquila. No era eso lo que la perturbaba, sino
conocerse a través de los riesgos que siempre estaría por conocer por medio de
sus decisiones. Lo que más le atemorizaba era saber que todo lo que ella hacía y decidía influirían directamente en la
vida de otros. ¿Cómo?, ya no tendría la oportunidad de conocer la felicidad por
medio de la salvación de vivir su libertad con la serenidad de no perjudicar a
nadie, y robarle un poco de su excesivo tiempo para seguir generando
egoístamente un modo de vida a pleno gusto. Egoísta era. Triste por sentir esa necesidad.
Deja de dejar todo por la
habitación, sin ningún orden. Está acá tu cerebro, tu vientre tirado debajo de
la cama y tu entrañas debajo de la almohada nueva. Le decía.
Corría apresurada a dejar un poco
su olvido debajo de las sábanas.
Foto de Pier Paolo. Adquirida del muro de facebook de Rafael Alomar Company.
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